Durante la época en que mi vida profesional estuvo relacionada con el mundo del dinero tuve ocasión de comprobar diariamente el comportamiento tan variopinto de aquellos clientes que se acercaban, tanto a pedir prestado como o a colocar el dinero ahorrado.
Aunque ya esté ya retirado de este mundo tan insufrible desde dentro y al que dedicaré otro artículo, me figuro que seguirán existiendo, cómo antes, aquellos que prefieren realizar su operación financiera sabiendo de antemano lo que tienen que pagar o lo que van a cobrar, lejos del menor sobresalto o vendaval económico; esos que cuando llega la hora de acostarse quieren que la luz se apague en todos los rincones de su vida y poder dormir así a pierna y conciencia suelta. Y en esquinas opuestas de este “cuadrilátero monetario” están situados aquellos clientes más inquietos, aquellos que prefieren pedir o colocar los dineros en préstamos o inversiones a interés variable y por lo tanto sometidos a los aires más o menos turbulentos de las acciones o del Euribor, para lo bueno y para lo malo.
Podríamos colegir de estos ejemplos los correspondientes comportamientos que los humanos mantenemos con las inversiones que la vida nos ofrece. Los hay que caminan por ella tomando decisiones protegidos siempre por el parabrisas de la seguridad y aquellos que caminan a pecho descubierto y a ideas vanguardistas. Son los dos extremos, las dos maneras de enfocar la vida.
Los que no llegan a saborearla en su plenitud ni en su frescura porque no quieren equivocarse nunca y los que a base de saborearla en grado sumo reciben todas sus inclemencias, sus durezas, pero también su pureza. De los primeros guardo cierta desafección porque son personas calculadoras, defensivas, de retaguardia, acostumbradas a ver las espaldas y los movimientos de los que van delante. De los amantes de los excesos tengo mejor concepto aunque sólo sea porque son los que rompen el hielo de las autopistas y pueden decir eso de que gracias a ellos los demás han podido circular después por ellas. De los primeros cabe decir que ven la vida solamente en las repeticiones, nunca en directo; que se suben al carro de los problemas una vez que los hechos han pasado, los que se afanan en hacer dormir a las ideas para que otros madruguen y las despierten.
De los que, por el contrario, hacen de su vida un ariete, de aquellos que saborean los primeros albores de cada día, aquellos que se atragantan y a veces se atoran por los excesos, de estos mi opinión es más comprensiva y positiva.
Pero existen otros seres menos nítidos y fiables. Son aquellos que aparentan ir delante de la marcha pero que siempre van al rebufo, apenas “medio metro” detrás de los que de verdad la abren. Aquellos que tienen la rara y difícil habilidad de aparecer como los “gastadores” de cualquier cosa pero siempre por la imitación de otra que han visto con anterioridad y en otra parte. Los que pretenden hacer de las repeticiones, actuaciones en directo habiendo eliminado antes los errores y riesgos que conlleva, sabiendo lo que va a suceder ya de antemano y calculando siempre el final feliz. Aquellos que sin invertir en “la bolsa de la vida” quieren obtener también sus “dividendos».
Buen retrato del comportamiento humano. Pero los peores son los que chupan de los esfuerzos de los demás.
Son los chulos y los guapos que van por la vida «de gratis»
Completamente de acuerdo,el mundo de la banca por dentro es insufrible….y ahora, mucho más. Tenemos que pagar los empleados las tropelías de los altos jerifaltes. Menuda gentuza……