La publicación del patrimonio de los 37 ministros de François Hollande, viene a dar respuesta al escándalo de las cuentas suizas del Ministro del Presupuesto Jerôme Cahuzac. Por lo que la reacción de Hollande, desprende cierto tufo a propaganda. Las medidas por la ejemplaridad y contra el conflicto de intereses estaban ya en el programa electoral de las presidenciales, por lo que la novedad será otra.
Dominique Rousseau, profesor en la Sorbona y miembro de la ‘Comisión Jospin’, ha escrito sobre el caso que lo urgente “es exigir la imparcialidad de los gestores del dinero público, no su transparencia”. Y que lo importante es que en los órganos de control no haya ‘enarcas’, ya que estos copan las cúpulas de bancos y empresas privadas y públicas. El, llamado ‘Plan de Choque Moralizador’, presenta riesgos políticos elevados de desafección. Porque los franceses, al igual que los españoles, nunca han tolerado la riqueza en la clase política. Y el morbo y la crítica de las cifras desveladas, podría volverse contra los gobernantes si el electorado creyera que el tren de vida de sus rectores es demasiado elevado para la crisis económica y el alto índice de paro que sufre el país.
Porque la lista francesa revela que el Gobierno de Hollande, tiene en su equipo algunos ricos y a algunos millonarios significados. Como ya ocurriera entre nosotros con las declaraciones de los gobiernos de Zapatero y de Rajoy, donde se visualizaban ministros millonarios, elevados patrimonios familiares, suculentas herencias y situaciones desproporcionadas en relación al tono medio de la muy deteriorada economía nacional. Circunstancias que se amplifican y crecen, con las informaciones que circulan sobre la venta de propiedades inmobiliarias de siete cifras, de la familia Rodríguez Zapatero, con las propiedades caribeñas de la familia Barroso-Chacón, o con los datos patrimoniales de un ex-Vicepresidente económico como Rodrigo Rato. Produciendo todo ello, enorme sombras y mayores dudas, sobre la hipotética y exigible imparcialidad económica de los rectores públicos.
En el caso francés, y sin olvidar el pasado de esplendor de los ex -directores del FMI, Satruss Kahn y Lagarde también ex-ministros, ocho miembros en concreto, pueden ser considerados como gente de dinero. El más pudiente, como se esperaba, es el ministro de Exteriores y ex-primer ministro (1984-1986), Laurent Fabius, con más de seis millones de euros acumulados. Y que cuenta con una dilata hoja de servicios desde que en 1983, fuera Ministro del Presupuesto, de Industria e Investigación, repitiendo entre 2000 y 2002; hasta su paso como Presidente de la Asamblea en dos mandatos (1988-1992 y 1997-2000), sin olvidar que fuera el Primer Secretario del Partido Socialista, entre 1991 y 1992. Por lo que la pregunta del líder de la UMP, Jean-François Copé, no cae en vacío: “lo importante no es saber cuánto dinero tiene cada cual, sino si los políticos se han enriquecido o no gracias a la política”. Aunque otros ciudadanos menos afortunados, se han formulado la insidiosa pregunta “¿Se puede ser de izquierdas y millonario?”
Todo ello ha llevado a alguien a emparentar el desempeño de funciones públicas con la película británica ambientada en 2006, pero de rara actualidad Slumdog Millionaire. Y así el film de Danny Boyle, escrito por Simon Beaufoy y basado en la novela ¿Quiere ser millonario? del diplomático indio Vikas Swarup, se erige en piedra central del ‘Mainstream’ de nuestros afligidos días, desprovistos de moral y de ideas, y saturados de oportunidad de negocio, como se decía en la época de esplendor millonario, aunque no fuera en el Slumdog.
De hecho el Who Wants to Be a Millionaire?, prosigue en múltiples formas y formatos. Como relata en su blog Pancho Ortuño (‘El Crítico Constante’) cuando nos informa sobre afamados ricos, que como: “El futbolista Beckham [que] gasta 1.300 euros mensuales en calzoncillos. [Como] Paris Hilton, una mujer con nombre de hotel, [que] pagó varios millones para poder enterrar a su cabra junto a la tumba de Marilyn Monroe. [Y como ] Mariah Carey, cantante [que], se baña con su perrita en una bañera gigante llena de agua mineral francesa”. Por lo que de todos ellos, se puede decir que: “Resultan de una fealdad moral extraordinaria y, en tales casos, uno desea que lleguen los talibanes cuanto antes y se ocupen de ellos”. Aún a costa de sus millones, su calzoncillos, sus perros muertos y su agua mineral.
Bueno, al lado de Bárcena «son ricos de pedir» que decía mi abuela Casilda
Cada mañana, antes de ponerme a buscar trabajo, después de haber tenido uno fenomenal durante muchos años, bien retribuido, con alta responsabilidad y con varias personas a mi cargo, busco como un adicto tus artículos. Eres el café con leche que me pone las pilas. Gracias!
Dicho lo cual, una vez finalizada la segunda lectura del mismo, con los dedos inyectados en veneno, me disponía a disparar con toda mi rabia contra Cospedal y Pujalte que, con el maratón de ignominias que nos dejaron ayer, ponen a la ciudadanía al borde de una sublevación.
Pero no, lo he pensado y, en realidad, con o sin intención, creo que has escrito un artículo absolutamente descorazonador. Un artículo que es un auténtico jarro de agua fría a la conciencia de la sociedad que dio, hace años, la espalda a la política; pensando que esa política cambiaría pero que, al revés de lo que podíamos pensar, lo que ha hecho es aprovechar la falta de controles ciudadanos para llevarnos a una situación de descalabro generalizado que pone a España a los pies de los caballos.
Centrándome en lo que me puede doler, que es la «capitaleja», donde todos nos conocemos, sigo viendo a una caterva de inútiles a los mandos de poder y la oposición. Una colección de mequetrefes sin formación, sin conciencia, sin cultura, sin educación, sin objetivos que, o bien están a verlas venir, o son una franquicia de Génova o Ferraz y que cambian el género solamente en caso de que les manden un nuevo catálogo.
No veo tiendas «independientes», de las de siempre, de las que tenían de todo para poder solucionar los problemas. Como mucho veo «chinos» -con mi más absoluto respeto- que te dan soluciones que duran lo que tarda en romperse el plástico…
Por otro lado, me siento rodeado de una ciudadanía zombi, gris, plana, que no reacciona ante la ecatombe socio-económico-laboral que nos ha sumido en la mayor miseria de la historia de aquellos que aún no hemos llegado a los 50. A lo que se une que en esta ciudad, si te sales de la Pandorga, la Virgen del Prado y las cañas, no eres «de los de siempre» y no vas a ninguna parte. Somos peor que la sociedad india.
Pero, bueno, algunos hay, no seamos radicales, como Isidro Sánchez o Rafael González, por mencionar a dos buenos ejemplos de ciudadano comprometido, más los que habéis decidido como tú y Robles poner alguna semilla de sentido común entre tanto transgénico.
El caso, que me voy por las nubes, es que tu artículo me ha terminado de hundir (no es una crítica hacia tí, sino hacia mí y la situación depresiva que vivimos 6 millones de españoles). El artículo me deja sin salidas, no me da opción a decir de forma individual ¡Basta! y tomar medidas que eviten la situación. Pero, lo peor, es que el artículo no llegará jamás a esa masa que pasea bolsas de Zara o HM por la calle General Aguilera y que tiene como máxima preocupación no perderse el último capítulo de MasterChef.
Entiendo que ponerse a pensar, a divagar, a darle vueltas a las cosas es algo que no se puede generalizar y que, de forma natural, te lleva a ver más problemas, a ver con más profundidad los efectos de la crisis pero, si seguimos así, sin líderes que puedan decir a la masa ¡Basta! ¿A dónde nos encaminamos? Porque no creo que la opción del sálvese quien pueda o ande yo caliente…sean las acertadas.
Uno, por suerte o por desgracia, nació más social que individual. Eso me ha llevado a no compartir ningún presupuesto liberal o conservador pero, con un PSOE que, desde 1978, ha estado vendido a Botín y a la Conferencia Episcopal, con un PP que destapa todas sus vergüenzas de 30 años engañando al país y que pone el mapa de la corrupción español a la altura de cualquier país bananero ¿Qué me queda?
No me importa que Maríah Carey se bañe con una cabra muerta en la piscina de su perro pero, si me pongo a echar cuentas de todo lo que nos han estafado, de los años de educación perdida por las luchas entre PP y PSOE (LOGSE, LOE, LOCEM), de cómo se ríen de nosotros en Europa, de cómo Alemania nos está cobrando todas las fiestas con intereses desmesurados ¿Qué me queda?
Bajando de nuevo a la capitaleja. Si tengo que valorar el capital humano que nos dirige y oposita ¿Qué me queda?
Me gustaría pedirte un ejercicio para cuando tengas tiempo, y es que, si eres tan amable, hagas el «contraartículo» de este artículo para que, al menos, el café de ese día sea un poco menos amargo.
Por lo demás, y como siempre, encantado de leerte. Maestro.