Luego sí, luego hicieron el amor follando mucho, después del primer arrebato sentimental que descolocó por un momento a nuestro detective de ciudad media, mitad petimetre, mita pijo o sea, mitad progre de pasta… bueno, un engendro o un poliedro de belleza, según se mire. Lorena lo miraba bien. Incluso ahora que tenía que esforzarse en girar el cuello para a verlo, pero lo giraba y lo veía, con los ojos cerrados, concentrado en los embates del centro de su geometría de hombre. Notaba el pene caliente entrando y saliendo en ella y su excitada lubricación mojándolo todo. Mojándolo todooooooooooooo, cantaba Aute en el aparato de música. Lorena había conseguido que Román disociara el sexo de una pelota entrando en la red, pelota, pelotas, red, vagina… él decía que eran la misma cosa.
-¡¡Basta!!- le gritó ella-. Una cosa es la vagina de una mujer y otra una malla de guita que se ata a tres palos, y una cosa son tus pelotas y otra cosa la pelotita que entra en la red. Y ahora vas y se lo dices a tu psicoanalista. Dios mío, deberían estar todos detenidos en un manicomio…
Eso le decía con su seguridad de mujer hasta que logró con sus juegos y sus excitaciones cultas que Roman pudiera echar un polvo sin necesidad de sobreexcitarse pensando en la penetración por la banda. Como estaba ahora, ardiendo por el centro, como ardía el centro de ella, empapados, húmedos, acercándose peligrosamente al espasmo final. Él, con la cabeza inclinada hacia atrás, los ojos entornados, ahogando exclamaciones muy conexas, y ella bamboleada con firmeza pero sin brusquedad, balanceando un collar de cuentas grandes de colores bajo el pecho que oscilaba a cada asalto como perfectas campanitas de carne. Ella a dos manos y dos pies, como una gata que no gatea; él atacando la rosada, húmeda, palpitante y viva retaguardia. Ella lo miraba, también con el placer trepándole desde el sexo a la nuca y al cuello, con sus ojos que buscaban los de su amante, con sus embestidas bien acompasadas. El se detuvo y ella mantuvo el movimiento armónico sin fallar una sola vez, anillando el sexo en el pene de acero de Román con puntería felina… hasta que estalló con placer tal que el líquido del amor salió con la fuerza de la metralla.
-Ohhhh- dijo él…
-Mmmmm, qué bueno- susurró Lorena.
Luego se echaron en la cama, completamente desnudos, boca arriba, uno al lado del otro, como John y Yoko, salvo que Román no se parecía al de Imagine y Lorena, por supuesto, en nada concomitaba con la artista zen.
-Bien- dijo, Román- Recapitulemos. Badía me contrata para espiar al tipo ese de Heliodoro Cortés a cuya mujer se ha estado trajinando y a su vez el cornudo con apellido de conquistador, ¡ja! te contrata a ti para que lo espies…
-Así es, yo tengo una copia de la llave del apartamento donde se citaban, y supe de la debilidad de Badía por los perros y seguerí a Cortés, mi cliente, el susto perruno…
-Joder, Lorena, eres exactamente lo que pareces…
-Lo sé, D,Artagnan…
-Pero hay algo más…
-¿Qué?
– El marcaje mutuo que se traen no es por cuestión de faldas. A decir verdad las mujeres de ambos son dos cretinas liberadas que no paran de darse caprichos de todo tipo. Hay algo más gordo… algo sorprendente. Se trata de unos terrenos cerca de aquí,. en un lugar de la Mancha que se llama, coño, ¿cómo se llama el sitio ese?
-Venga, Lorenita, no me vaciles…
-Hablo en serio, corazón. Hay una finca al noroeste de la provincia… ¿cómo se llama…? ¡¡ La Garganta del Pescuezo!! Eso es…
-Ah, si, conozo el lugar, un paraje precioso, silvestre, montaraz, una joya, sí señor, y asombrosamente no pertenece a Botín, es terreno publico del mismo municipio…
-Asi es… Por eso quieren hacerse con la finca a toda costa. Cada uno por su lado… Badía por su lado, y Secundino García, el cerebro de Legía y Heliodoro Cortes, diputado, abogado e inmobiliario, comm,il faut, por otro. Lo del perro fue un aviso para que desistiera de sus objetivos…
-Por eso me contrató a mi Badía, para que fuera a Madrid y le tuviera en antecedentes sobre el particular…
-Exacto…
-Pero aun no sé nada…
-Bueno, viste a los dos con un tercero… al que llamaban Pedrito en el Hotel Via Lactea, ¿no?..
-Pues ese es el alcalde de Albercas Profundas…
-El pueblo donde está la finca La Garganta del Pescuezo…
-Y donde se haya lo más apetecido por todos…¡La mina!
-¿La mina?- exclamó Román perplejo.
-Una mina de diamantes en el corazón de la región , Romancito…
-Venga ya…
Lorena se incorporó y comenzó a juguetear de nuevo, se hizo la gata salvaje, arañando con medida la piel del montés que yacía a su lado, lamiendole el pecho, el ombligo, el vello…
-Mmmmmm…- susurró ella con delectación..
Roman notó un calor delicioso en su punta de hombre. Y luego se anudaron otra vez hasta quedar exhaustos. Eran las 12 del medio día del domingo cuando despertaron.
[…] Capítulo 13 […]
[…] Capítulo 13 […]