… (O cómo sobrevivir a los consejos) ¿Quién no necesita un buen consejo? O mejor aún… ¿quién no precisa de una mala recomendación para darse cuenta, de una manera más hiriente y dolorosa, que se ha equivocado? Este fin de semana he comenzado a leer el último libro editado del escritor, Paulo Coelho. “El manuscrito encontrado en Accra” es un texto ligero en el que un griego, conocido como el Copto, diserta sobre los grandes temas de la vida. Haciendo gala de una gran labia y un, no menos, poder de seducción alienta al pueblo de Jerusalén (a punto de ser invadido por una horda de Cruzados) sobre la belleza, el amor, la amistad, la felicidad, etc., etc., etc. Digamos que viene a ser la versión moderna (por edición que no por cronología) de “El profeta” de Khalil Gibran. El pueblo de Jerusalén escucha atentamente los discursos de esta especie de nuevo mesías, a la espera de encontrar la salvación ante la inminente destrucción que les aguarda. Quizá por eso y, ante tan desolador panorama, buscan con más ahínco las respuestas que les harán comprender el sentido de su existencia. Y eso es algo que no cambia con el paso de los años y los siglos. La cuestión no es hacerse preguntas (que es una necesidad tan vital como la de respirar) sino de encontrar las soluciones que necesitamos en el lugar adecuado.
Y es que cuando no nos rondan las típicas “neuras” existencialistas, nos lanzamos al acecho de desentrañar las materias más mundanas: ¿Adelgazaré con la “dieta del pepinillo”? (o eso o acabas con un cólico nefrítico) Claro que para este tipo de asuntos también existen un grupo nutrido de expertos (si alguien no vio el documental del pasado domingo noche en la 2, se lo aconsejo) que se encargarán de disipar cualquier duda alimentaria, deportiva, económica, de estilo y de razón que nos surjan en nuestro quehacer diario.
No vamos a negar ahora que, en los momentos fríos y grises de nuestro caminar, tener a mano en la mesilla de noche un libro de los denominados “de autoayuda”, no nos ha servido para levantar, si quiera un ápice, nuestra alicaída moral. Un párrafo, una simple frase, un dibujo de dos gatitos o dos perritos dándose un cursi y amoroso abrazo, nos ha ayudado a redescubrir que merece la pena seguir caminando por este sendero de riscos punzantes que, a veces, es la vida. Y para esto, para escribir todo aquello que el ser humano ya conoce por pura inercia y sabiduría neonata, existen los escritores como Coelho. Escritores que siempre me llevan a pensar: si son capaces de ser tan elocuentes y clarividentes en los asuntos del vivir…, qué bien les tiene que ir en su vida profesional y personal. No nos equivoquemos… una cosa es escribir para el resto y, otra bien distinta, aplicarse el cuento.
Y porque sé que también son imperfectos como todo el mudo, de vez en cuando, me doy un paseo por sus textos. Para recordar lo que ya sé: que todos poseemos las respuestas aunque, a veces, se hagan de rogar porque… necesitamos, necesitar.
Excelente, colega
Gracias, ahí vamos… poco a poco.
Un abrazaco grande!!!