Eso. ¿A quien espiaba la secretaria del señor Badía? Pues al señor Badía según le comentó Lorena cuando jugaron al David de Miguel Angel. ¿Y quien le había encargado que vigilara a su jefe? Todo a su tiempo.
Román Paracuellos esperaba a Lorena sentado en una terraza de la ciudad al lado de una estatua pedestre de un trovador renacentista perpetuado en el gesto de la dicción del verso más emotivo y más melodioso: ojos cerrados, boca grande abierta y ladeada, un poco como Heidi, y las manos asidas al laúd como a un madero a la deriva. Al doncel cantor, decía la leyenda en el pedestal. ¿A qué doncel? Vete tu a saber. Pidió una cerveza. Estaba triste. La tarde era primaveral, con una temperatura deliciosa, una imperceptible brisa, las chicas con vestidos de colores y shorts insinuantes también de todos los colores, escotes desenfadados y veraniegos, la humanidad pacífica y feliz de un lado para otro, apenas había tráfico rodado porque la plaza estaba a salvo del caucho. La cerveza estaba fría, bien tirada y de fuerte cochura, cebada cien por cien… Y él estaba allí sentado, un sábado por la tarde de mayo florido, pantalón vaquero, polo verde, pasta en el bolsillo, y esperando a Lorena. Todo encajaba mejor que los cuerpos celestes en las muescas de los orbes, todo tenía un sentido más claro que el dia que apareció el perro ahorcado en el vestibulo de Inmobiliaria San Ildefonso, y sin embargo… Román Paracuellos estaba triste, triste de esa tristeza inexplicable y amarga que te asalta cuando de repente por cualquier detalle nimio te acuerdas de una persona con la que fuiste muy, muy feliz, y que ahora no tienes ni idea de lo que es de su vida, y si la tienes es por terceros y siempre con información difusa e inexacta. Así que de repente Román se acordó de su primera chica y se entristeció hasta el tuétano. Más que nada porque su chica le recordó otro tiempo más juvenil, con amigos del colegio, y juergas en la casa de uno de ellos, bailetes en la semiclandestinidad y las primeras rozaduras y mordeduras. Se sonrojó cuando se acordó que fue su primera chica la que le abrió la boca para taladrarle el paladar con su lengua porque él, el mismísimo Román Paracuellos creía que los besos eran aplastamiento de labios tal y cual y a otro cosa… Sí, en aquellos tiempos era bastanbte gilipollas… Jo, qué bueno fue, y qué bonito... Cerró los ojos. Bailaban, se oía una canción de Nilsson, Todo el mundo habla, y poco a poco sus mejillas juntas hasta ese momento se fueron despegando hasta mirarse embelesados el uno al otro y lentamente, tiernamente, sellarse los morritos con el candor de la adolescencia…Y luego de un rato, él notó el aliento húmedo y caliente de la chica y su lengua oradándole los labios para que los abriera, y la primera apertura bucal, y el contacto de sus lenguas, y el chocar de sus dientes, y la mezcla de sus salivas, sus alientos cruzados y los brazos de los dos apretándose con fuerza en el abrazo del primer sobrecogimiento amoroso.
Everybody’s talkin’ at me.
I don’t hear a word they’re sayin’,
Only the echoes of my mind.
People stoppin’, starin’.
I can’t see their faces,
Only the shadows of their eyes.
Joder, estuvo a punto de llorar, con lo mayor que era ya. Sintió unas ganas enormes de volver a ver a esa muchacha. ¿Dónde pararía ahora? ¿Se casaría con ese ingenierete de la industria alimentaria? ¿Tendría hijos? ¿Se casaría y se separaría?¿ Seguiría soltera? No pudo más. Cogió al móvil y llamó a a Eulogio. Eulogio era un viejo amigo que sabía todo de todos y de todas, de ayer, de hoy y de mañana. ¿Cómo lo sabía? Era un misterio. Hay muchos misterios alrededor de las personas, pero muchos… No lo cogía. Colgó… Y en ese momento vio llegar a Lorea, insoportablemente bella, con un vestido muy ceñido de color rojo y una torerilla negra, maquillada con preciosismo académico, peinada con ingeniería peluquera pero con aspecto natural y perfumada con una colonia juvenil, para nada cara. Roman se levantó, la cogió y la besó nada más decir hola. Lo hizo más con ternura que con deseo, con más delicadeza que furia. Lorena se quedó perpleja y cuando le apartó la cara, le descubrió un nuevo rostro, como si más que un detective perverso, fuera un colegial expulsado del orfanato.
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Sigo pensando que este Sam Spade patrio ni propina golpes ni los recibe, que trabaja menos que el ángel de la guarda de los Kennedy y que sólo trabaja con sus partes nobles. Aún así, nos parece un cachondo y poco importa que no persiga halcones malteses ni cultive cosechas rojas.
hola chimenea, soy el representante ejecutivo para Europa y la zona de la Mancha y Terriches de Tony Larsen. Le he pasado tu comentario y lo está estudiando. Me comenta que verá lo que puede hacer para que trabaje un poco más pero también me dice que el trabajo de detective consiste en eso, sobre todo, los detectives de novelas. Gracias de todos modos.
Hola represen:
Que ese magnífico detective siga así. Es más difícil encontrar un hombre tan dispuesto y predispuesto a hacer funcionar a todo trapo sus partes nobles, como Román, que encontrar un detective solvente. Lo bueno de la literatura es que llena nuestras carencias, ay.
Oye,¿existen hombres tan potentes o es una entelequia? Mi experiencia es negativa. La realidad , en mi caso, no supera la ficción. Los que yo conozco son muy poco…. potentes, jaaajaaa.
Hola chimenea. Aqui el representante de Larsen. Me dice el autor que la imaginación es libre y que lo que trata es de distraer y si es posible excitar. mmmmmm. Nada mas. Nada de suplimientos. Por lo demás,. me dice que no te puede confirmar lo de hombres tan potentes porque lo suyo son las mujeres, pero que los hay, sí. Y en cuanto a la realidad y ficción, salvo a Nacho Vidal, a todos nos pasa lo mismo que a usted.
Muy sabio. Yo pensaba los mismo, salvo Nachete…, na de na. Bueno, siempre nos quedarán la imaginación y los abrazos.
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