Cuerpazo

No me refiero al cuerpo mortal de carne evanescente y putrescible, que adorna al Secretario de Estado de Economía Fernando Jiménez Latorre. Sino a su cuerpo intelectual y moral, por no hablar de otros músculos duros y de otras vísceras blandas; cuando predica, en tiempo cuaresmal y penitencial, la generosidad con la que han sido tratados los titulares de las maléficas Participaciones Preferentes.

Generosidad del Estado y de las Instituciones Financieras, a las que aportaron los citados unos ahorros propios, obtenidos con esfuerzo y que con menos esfuerzos, se han convertido en papel mojado, o casi mojado. Por más que el imputrescible Fernando Jiménez Latorre, diga que la suerte de esos ‘preferentistas’ y  de esos titulares de Obligaciones Subordinadas, estafados por obra y gracia del espíritu dual del Capital, es que se han convertido en accionistas involuntarios de las entidades que captaron sus ahorros y a las que contribuyeron a capitalizar.

Y de todo ello, deduce el cuerpazo, no sé si serrano o montuno, del Secretario de Estado de Economía Jiménez Latorre, que no hay objeciones que hacer a la Comisión Nacional del Mercado de Valores, en la comercialización de dichos productos. Ni un pero, ni un punto, ni una coma.  Todo es heredado del gobierno anterior y toda la culpa la tiene Bruselas, que es muy estricta.

Productos híbridos, como los llaman ahora, eufemísticamente, por no llamarles claramente, productos bastardos. Productos bastardos de los que no hay responsables, ni supervisores que controlen su idoneidad. Sólo ahorradores incultos o codiciosos, que juegan a la ruleta sin saber que la ruleta está trucada por el Casino. Porque al final, eso es el sistema financiero y bancario, un enorme Casino donde desplumar a los advenedizos y timar a los despistados.