Manuel Valero.- Una sociedad que hace mucho ruido es una sociedad que piensa poco, dice un aforismo que en su exageración sin matices refleja una verdad de dimensiones cósmicas. Por más que se esmere el sociólogo en una concienzuda taxonomía del ruido para separar el malo que proviene de una turbamulta airada, del ruido bueno del retumbar de tambores en una procesión, el ruido, incluso el inevitable, es muy antipático y dislocador de humores.
Fijémosnos en las acepciones que la RAE da al ruido: sonido inarticulado, por lo general desagradable; litigio, pendencia, alboroto o discordia; apariencia grande en las cosas que no tienen gran importancia.
España es productor aplicado de ruidos de una variedad genealógica y el ruido en ocasiones enfrenta a ruidosos y silentes en un pleito atávico que casi siempre se dirime a favor del ruidoso, sobre todo si el ruidoso forma parte de uno de los “sec-to-res- eco-nó-mi-cos más im-por-tan-tes de-la-re-gión: la hos-te-le-ría”, cuyas mesas-setas han brotado hasta en el asfalto con el permiso de la autoridad incompetente. Maravillosa entropía la de los ruidos que en su cotidiano estallido nos alteran, nos informan y nos enfrentan.
Si hablamos del registro de la cotidiana acústica, no ha lugar a la duda: una sociedad que genera demasiado ruido innecesario es una sociedad estúpida: la perfecta sociedad gobernable o la imperfecta sociedad ingobernable. Dales ruido y gobierna en silencio podría decir otro aforismo. Una sociedad ruidosa embobada en su propio ruido es más manipulable que la arcilla en las manos de un niño, con el riesgo, también, de una manipulación malformante. Uno no se imagina una cosa tan burdamente inelegante y delictiva como los ERE,s andaluces en una sociedad que deteste el ruido gratuíto.
Un organigrama del trinque al uso de Híspalis sólo anida en un pueblo bullicioso, como arraigan los Nóos y los Voos en una tierra que hace del ruido su fiesta mayor. Aquí en Castilla-la Mancha también somos muy ruidosos de ritos, folclores y mitínes de boniatos, por eso dejamos que nos manden los mismos durante demasiado tiempo con pasmosa facilidad. Puede que haya otro aforismo por ahí que sentencie que pueblo poco ruidoso, pueblo laborioso y hasta virtuoso, pues el hombre de todas las culturas ha ido señalando su paso por el laberinto de los tiempos con pequeñas miguitas de sabiduría, y ya se sabe que ésta, precisamente, se aviene mal con el ruido, al contrario que la picardía que necesita una atmósfera estridente para hacer de las suyas… silenciosamente.
Hacemos ruido para defender grandes causas pero a veces hacemos tanto ruido que perdemos de plano acústico lo que tienen de grandeza las causas por las que gritamos, solapadas por el crescendo de la demagogia que no deja rincón de silencio en este mundo de pajaril guirigay. Los de la PAH hacen bien en organizarse primero y segundo, gritar, con ese ordinal porque si lo hicieran a la inversa no se organizarían nunca; pero hacen mal cuando asedian a un parlamanterio en su propia casa a ruido pelado y posiblemente malorganizados porque la propia PAH se ha desentendido. Hacemos mucho ruido, pero a la hora de hacerlo de verdad son más los afónicos.
Una manifestación por la regeneración democrática reúne a sólo unos cientos de personas y una marcha por la sanidad pública, merma por la antesala de un puente. Pero los demás días, ruido. Ojalá no hubiese ningún ruido, pero también los ruidos nos alertan de un peligro inminente y al fin y al cabo cuando nos hayamos ido ya no diremos esta boca es mía. Esa singularidad tan nuestra de no dimitir ni por urgencia médica, de ver sólo la corrupción ajena, de hacer declaraciones bobas para contrarrestar declaraciones del adversario en un concurso diario de memez crónico y preocupante, de no asumir lo propio con mil razones de abogado viejo, de rasgarnos las vestiduras ante lo políticamente incorrecto, de gritar boludeces sin pensar en lo que se dice por el simple hecho de detestar a quien gobierna, –en este país no se critica al que gobierna se detesta y se odia a quien gobierna-de enredarnos en una cháchara enloquecedora… todo eso… no es posible sino allá donde se hace ruido permanentemente.
El ruido también se compra con dinero y ha sido el dinero el que nos ha tenido ocupados por años en un silencioso paraíso artificial tan solo roto por el ruido constante de la jarana irresponsable y de las elucubrantes terrazas nocturnas. El ruido es el último recurso, es cierto, pero hasta eso nos delata. Dijo Jean de la Fontaine que las personas que hacen poco ruido son las peligrosas. O sea que de tan ruidosos, somos poco de temer.
Genial y verdadero. Odio el ruido. Pero los silenciosos, a mi, personalmente, me dan grima. Porque al transeúnte destemplado o sedentario vocinglero, que te roba el descanso en las largas noches estivales, lo mataría verbalmente durante el tiempo que duran sus desacordes y mi vigilia; pero, ay, al silencioso, ése que nunca, jamás, eleva el tono de voz, que nunca se despeina cuando defiende sus argumentos, que no te mira a la cara cuando te da una mala noticia, que se cree tan morigerado y perfecto que, a su lado, todos somos bazofia, a ese , lo mataría literalmente.
La serpientes son muy silenciosas.
¡Cuidado con el «ruido» de las PAH, que según Cifuentes no hacen más que hacer apología de los «batasuneros»!
¡Habráse visto!
Ahora debería decirle el Rey a Cifuentes aquello de ¿»Por qué…»?
Por cierto Manuel, me ha gustado mucho tu artículo.
No es ruido todo lo que reluce; tampoco todo ‘el silencio es oro’. Por lo que el ruido más que inocuo, sería inicuo.
Tenemos muchas consideraciones enfrentadas al mundo del Ruido. Desde el paremio ‘Mucho ruido, pocas nueces’; al aserto quijotesco de justificar el ladrido por la cabalgada.
El ruido es un contaminante por la energia, como tal hay k controlar, con unos cacharros calibrados k a veces los responsables no saben utilizar ¿es como aquel k se compra un movil de ultima definicion ?. Solamente para hablar y escuchar.
¡ Ya lo decia mi abuela Nicolasa ¡
«Mucho ruido y pocas nueces»
El Silencio es la mejor terapia para estres,ansiedad y buen humor. Pero eso si. NO AL SILENCIO SEPULCRAL.
Manolo Valero mi mas enhorabuena por su articulo