La lata de la comedia

La lata de la comedia, se hace visible en la lata ostentosa del decorado de un avión de juguete, que propiedad de ‘Península. Líneas aéreas’ quiere viajar a Mexico D.F. Con el guiño añadido del nombre propio de la aeronave ‘Chavela Blanca’, que bien podría haber portado otro cualquiera, tal vez ‘Cantinflas verde’.

José RiveroLas pretensiones de Pedro Almodóvar, en su último trabajo, el número 19 ya en su filmografía, ‘Los amantes pasajeros’, no dejan de ser excesivas y los resultados obtenidos hueros. Tan hueros que uno lamenta el retroceso experimentado desde trabajos anteriores a la nimiedad del presente.

Los amantes pasajerosUna comedia coral, como las clásicas de Cukor o las memorables de García Berlanga, no basta como punto de partida del proyecto largo tiempo alimentado, según cuenta el realizador. Punto de partida coral, pero más gregario que coral pese a todo,  para enhebrar la historia de un disparate. Un disparate aéreo, salpimentado de gags,  más propios de las revistas mohosas de ‘Las chicas de Colsada’, polvorientas y equívocas de los terribles años cuarenta,  de la procacidad del Teatro Chino de Manolita Cheng de los sesenta, o de las comedias verdes de Mariano Ozores, como adivina Carlos Boyero.

Ni siquiera la diluida pretensión de hacer crítica social, con denuncia incluida a la ‘visible’ Caja Guadiana y al ‘no menos visible’ Aeropuerto de La Mancha, no bastan para levantar ese músculo utilizado anteriormente por Frank Capra o por Preston Sturges. Porque ocurre que toda la acción transcurre en el  sofisticado, salpimentado y aparatoso ‘Business class’ del ‘Chavela blanca’; mientras que el grueso del pasaje permanece amodorrado en la inefable ‘Clase turista’, como un decorado inerte.

Finalmente lo que queda es una colorista comedia de ‘ambiente gay’ con pretensiones de igualitarismo sexual y mucho ruido en la cabina y también mucho viento en las bocas de la tripulación. Si Almodóvar quiere hacer una película inequívocamente gay, debe mirar hacia la sobriedad expresiva y compositiva desplegada por Tom Ford en su película ‘Un hombre solo’, antes que volar tan bajo como lo ha hecho. Y con tantas turbulencias.

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