Para una moral social como la española, dada a la acumulación injustificada, incluso dada a la acumulación normativa superfetatoria; la afirmación del historiador romano Tácito en sus ‘Anales’ llamará la atención. O tal vez no. Decía Tácito que “cuanto más corrupto es el Estado, más legisla”. En la creencia, de que las leyes suplen a las virtudes ciudadanas y a veces las mejoran y aún superan.
Desde esta concepción de la acumulación normativa que se produce, se entiende la modernización legislativa emprendida por Justiniano en el siglo VI con su ‘Digesto’ o ‘Pandectas’, que trató de simplificar la dispersión legal precedente, y optó por esa poda de lo sobrante. Y por ello su presencia en el Paraíso de ‘La Divina Comedia’, está referida a ese principio esencial de “Quité a las leyes lo sobrante y vano”.
El caso español fue radiografiado con excelencia por Pedro de Silva, abogado, escritor y Presidente del Principado de Asturias, hace ya la friolera de veinte años, para contarnos el estado de cosas. “A la hipertrofia (exceso de normas por encima de la capacidad consuntiva) se añade el abigarramiento (complejidad asistemática). Desde las ordenanzas municipales a los reglamentos de la CE, hay un escalonamiento de normas de todo tipo (municipal, provincial, autonómico, estatal, comunitario), con frecuencias afectantes a las mismas materias, nunca suficientemente deslindadas. Ese magma normativo se complejiza aún más a la hora de su aplicación, en las distintas instancias administrativas y jurisdiccionales. El resultado puede resumirse así: salvo en situaciones muy netas, el desenlace de la aplicación de las normas resulta difícilmente predecible. De esta suerte, en la búsqueda de un óptimo de seguridad, el Estado de Derecho en su fase hipertrófica y abigarrada se resuelve en un pésimo de inseguridad. Como consecuencia, individuos y agentes colectivos se van acostumbrando a organizar su vida, si no al margen, sí a una prudencial distancia de las normas, cuidando de evitar sólo aquellas transgresiones más netas en campos en que el dispositivo coactivo o represor es particularmente eficaz”.
A la vista del recorrido de los últimos años, podremos admitir que el panorama descrito por Pedro de Silva no ha hecho sino acentuarse y agravarse, bajo el paradigma monopolístico de “Más normas para dificultar su cumplimiento” o también “Competencias para todos”.
O en palabras del repetido Pedro de Silva: “El Estado de Derecho en su fase hipertrófica y abigarrada es, pues, el Estado de transgresión, y admitirlo así es el primer paso para pensar qué hacer”. Una transgresión que se hermana con lo afirmado por Tácito: “más leyes, más corrupción”. Cual Leviatán hambriento y sediento.