Mª Rosario del Pozo Izquierdo. Ecologistas en Acción-Valle de Alcudia.- Salimos de Puertollano a las 7:00 horas. ¡Vaya horas para un domingo! El autobús, con parada en Ciudad Real, puso rumbo a nuestro destino en dirección Oeste, atravesando varias localidades de las provincias de Ciudad Real, Badajoz y Cáceres. Ya en el puerto de Puertollano (800 m. de altitud), girando a la izquierda, en dirección a Cañamero y después a la derecha, llegamos a Navezuelas, pasadas las 10:30 horas; justo para tomar el desayuno en el restaurante JB, que nos esperaban con un bizcocho y unos rosquillos recién hechos, aparte de unas tostadas a elegir, lo que nos permitió iniciar nuestro camino por la llamada “Ruta de Alfonso Onceno”.
Atravesamos el pueblo, que se encuentra a una altitud superior a 650 metros, situado en una ladera de la sierra orientada al sur y con cierta pendiente. Se podían diferenciar dos zonas, una antigua con calles estrechas y enrevesadas, con casas pequeñas, y la zona nueva con calles más anchas.
Salimos del pueblo a las 11’30 h. y después de encontrarnos con una fuente –hay muchas más en el municipio- vimos el cartel que nos anunciaba el inicio de la ruta: “Camino Navezuelas-Guadalupe. Ruta de Alfonso Onceno. 16,5 Km. 5 horas”. Esta ruta es un viejo camino de herradura que comunicaba, casi en línea recta, ambas localidades.
Comenzamos el camino divisando en todo momento el pico Villuercas, de 1601 m., el más alto de la sierra de su mismo nombre. Esta ruta transcurre en todo su recorrido por el geoparque de las Villuercas, terminando en la sierra de Guadalupe.
El camino es abrupto, escarpado, en algunos tramos dificultoso, no sólo por la orografía del terreno, sino por el uso indebido (y prohibido) que hacen de él los aficionados al moto-cross, que están provocando una gran erosión, con el desplazamiento de la tierra del sendero y la aparición de piedra suelta sobre él (sigue).
Al poco rato encontramos un nuevo cartel que decía. “El valle de Viejas es buen monte de oso en iverno. Et la primera vez que corrimos este monte, fallamos hí diez osos, et soltamos á los seis, et murieron los cuatro”. Corresponde este párrafo a uno de los capítulos del Libro de monterías del rey Alfonso XI que en el año 1337 cazaba osos en el Valle del río Viejas, y así se describía en unos de los capítulos “Et son las vocerías, la una por la cumbre de la sierra que es cantante al Valle Vieja desde el collado de cima fasta en derecho de la Majada del Helechar et la otra por la cumbre de la sierra que es cantante á Roturas desde Collado por cima de la cumbre fasta cima de al Gargantiella de Juanes Domingo. Et son las armadas en esta Majada del Madroño, et otra en la Majada del Helechar. Et que estén renuevos de canes en los Riscos, et sobre la Texeda, porque es el monte grande”. Sobra decir nada más de estos parajes con semejante descripción.
Comenzamos la primera y prolongada subida (la ruta tiene dos) con una luz y una temperatura primaveral. En todo momento divisábamos el perfil tan característico de estas sierras, hasta que al finalizar el ascenso comenzamos a vislumbrar en la lejanía la llanura pacense, llamada también la Siberia extremeña. Ni qué decir, que en estos primeros kilómetros, pudimos disfrutar de una variada flora característica del monte mediterráneo, destacando especialmente los castaños, robles, madroños, alcornoques, y matorrales de jaras y helechos. También pudimos ver el vuelo de un buitre leonado ¡que esperaba al acecho a algunos de los rezagados! En los últimos metros de este ascenso, comenzamos a fotografiar variedades de líquenes, enmarañados a los troncos de los robles desnudos, que habían tejido una gruesa y mullida alfombra, para que nuestros pies disfrutasen al igual que lo hacían nuestros ojos (sigue).
Por fin, llegamos al collado de la Pariera (1240 m.) y pudimos contemplar la telaraña de sierras y cordilleras que desde allí se vislumbraban: el Sistema Central, con la Sierra de Gredos (nevada) y la mayoría de las sierras de este geoparque de las sierras de las Villuercas.
Después del ascenso, continuamos subiendo pero más suavente y a nuestro alrededor, pudimos observar y fotografiar variedad de musgos y líquenes (indican la pureza del aire) que viven sobre las piedras y los troncos y, también unas extensas pedrizas que nos hicieron disfrutar aún más del paisaje. En algunas zonas de la umbría el camino seguía helado y finalizamos este ascenso coronando el collado de los Ajos que tiene una altitud de 1220 metros.
Continuamos por el sendero, descendiendo entre piedras y matorrales tapizados por alfombras de hojarascas, musgos, líquenes y troncos centenarios de robles y castaños que se han esculpido con caprichosas formas. En algunos tramos pudimos ver las estacas que señalizaban que nos encontrábamos en el GR 117 (sigue).
Por fin llegamos al río Viejas (1000 m.), al que escuchábamos en algunas pequeñas cascadas, desde hacía algunos minutos. Pudimos disfrutar de su caudal y la belleza de su cauce, antes de cruzarlo por un pequeño puente y seguidamente continuar esta vez ascendiendo de nuevo, hasta llegar a la era de la Cantera. En este tramo nos encontramos una vivienda rústica, al pie del sendero, cuyos propietarios establecieron una amena conversación con el grupo, hasta que llegaron los últimos senderistas.
Coronada esta segunda y última subida, pudimos descansar nuestros glúteos y servirnos y degustar nuestras viandas.
Ya repuestos y con más ánimo y energía, caminamos el último trayecto, a nuestra vista aparecía cada vez más cerca nuestro destino. Esta vez, también la luz del atardecer hacía brillar el conjunto arquitectónico de la Puebla de Guadalupe y destacaba especialmente el monasterio. Cruzamos la carretera y, bordeándola, hicimos los últimos kilómetros, en los cuales también pudimos ver, entretejidas en los muros, el Ombligo de Venus, planta que nos había hecho compañía a lo largo de todo el camino. Llegamos al pueblo, que se encuentra a una altitud de 600 m. Allí desde las afueras, comenzamos a descender por las calles del pueblo, fijándonos en la arquitectura tradicional, en los balcones, en los porches llenos de plantas y en las chimeneas. Ya en la fuente de los caños admiramos la fachada principal del “Real Monasterio de Santa María de Guadalupe”, y el resto del tiempo lo dedicamos a tomar unos cafés, u otras cosas, y a comprar los riquísimos productos que la zona nos ofrecía, especialmente quesos, miel, embutidos, especias…
Pasadas las 19:00 h. se puso en marcha el autobús de regreso y dimos por finalizado nuestro viaje a las 22:30 horas en el punto de partida.