Las encuestas recientemente publicadas por El País y La Vanguardia muestran una tendencia clara hacia un cambio político real. Incluso más que político: de forma de gobierno. Podría abrirse el camino hacia una nueva constitución, un estado federal o incluso una república. Esto, si fuera posible con un sistema de valoración del voto como el d’Hont, que lo hace muy improbable, aunque basta para justificar especulaciones como esas. Una fábula de Esopo, la ducentésimo octogésimo quinta del repertorio de Perry, traducida por nuestros llorados helenistas manchegos Francisco Martín García y Alfredo Róspide López, instruye sobre qué está teniendo lugar en el pueblo. Se titula El hombre que rompió una estatua:
Un hombre que tenía un dios de madera, como era pobre, le suplicaba que le hiciera algún bien. Y como, a pesar de hacer eso, vivía en la mayor pobreza, encolerizado, lo cogió de una pierna y lo estrelló contra la pared. Rompiéndose al instante su cabeza, corrió de ella oro y, mientras lo recogía, gritó: «Eres retorcido, según creo, y desconsiderado, pues cuando te honraba no me socorriste y cuando te he golpeado me has pagado con muchos bienes». La fábula muestra que no te beneficias honrando a un hombre malvado; sacarás, en cambio, más provecho si lo golpeas.
La verdadera piedad, por tanto, consiste no en honrar, sino en exigir virtud y castigar el vicio especialmente en los poderosos. Toda Iglesia, si quiere verdadera fe, tendrá que dar ejemplo y depurarse de pedófilos, sinvergüenzas y drogadictos como Marcial Maciel, que medran en la penumbra de la hipocresía, y con ello saldrá reforzada, no debilitada, como quieren sus filisteos. Y la Política verdadera, por tanto, se hará echando del poder a los partidos que solo están de acuerdo en lograr su propio beneficio, no el de la nación, con lo que saldrá regenerada del fuego que abrasó la mano de Mucio Escévola. El congreso está demasiado lleno de Tarquinos soberbios.
Aunque, claro está, para eso hace falta una reforma educativa en que todavía puedan traducirse las fábulas de Esopo del griego, ese idioma que intentan expulsar del canon educativo de la misma manera que intentan echar a Grecia de la Unión. Político, en griego, equivale al adjetivo castellano Ciudadano, y más de una vez me ha extrañado oír a un político decir que «hay que concienciar al ciudadano». En efecto, hay que concienciar a los políticos. Y en especial a los que no tienen conciencia. ¿Hay alguno que la tenga?
http://diariodelendriago.blogspot.com.es/
Virtud, honor, decencia, ética, honorabilidad. El autor cita a los griegos, pero el propio Aquiles en el asedio de Troya se niega a luchar porque Agamenón le ha ofendido en su honor. Ulises apela a otro honor (la hermandad de los griegos frente al orgullo personal) para convencerle de que regrese al combate. Yo me pregunto cuál es la virtud de un pueblo: ¿algo que se puede acuñar en una definición, una declaración de principios, un espacio teórico, o más bien algo que se explica por la dinámica social?. Supongo que habrá muchos estudios antropológicos que intenten explicar diferentes modelos sociales: En la antigua Grecia, en Escandinavia, en nuestro país….
Todos sabemos que en nuestros paisajes literarios aparecieron el Buscón el Lazarillo o Monipodio. ¿Cómo hemos actualizado nuestros comportamientos y virtudes a lo largo de nuestra historia? ¿En qué y con quién son comparables nuestros hábitos democráticos? ¿Cuál es nuestro estilo de vida, aquéllo con lo que nos identificamos, lo que aborrecemos?.
Nos vale la respuesta de Rajoy: ¡Es falso! ¿Está en nuestra idiosincrasia aceptarlo, creerlo, dejarlo pasar porque no tenemos remedio?
Decía Goethe (el mismo que escribió aquello de «prefiero la injusticia al desorden») que «si cada cual limpia su camino, la calle estará limpia». Se trata de que cada uno de ejemplo, y así se llegará a cumplir el imperativo categórico kantiano, que ha sido formulado de forma muy abstracta como «Comprórtate según tal máxima que tu ejemplo pueda servir de norma general» y en realidad se reduce a «da ejemplo» o «conviértete en modelo para los otros», mafioso. En España no necesitamos mafia, ya tenemos partidos políticos, pero de todas formas convendrá recordar que el origen de la mafia es esa antigua sociedad criminal manchega nacida en Toledo, la Garduña, que se exportó a Andalucía, Valencia y el sur de Italia en los tiempos en que Nápoles y Sicilia formaban parte de la corona de España. Con esto no quiero decir que la política sera bandolerismo organizado, sino que sus estructuras son complementarias y paralelas, de forma que ninguna puede sobrevivir sin la otra en esta ilusión de democracia. Pero habría demasiado que hablar al respecto y tengo demasiado que hacer, Román.
Algunos creen que las listas abiertas son la panacea o, al menos, uno de los ejes en que ha de fundamentarse la regeneración del sistema. Olvidan que Luis Bárcenas, ese hombre de ego em-pal-ma-do, salió elegido senador por Cantabria. Este golfo, oriundo de Málaga, y a quien nadie conocía en aquélla comunidad se ganó el voto de una ciudadanía que votó las listas abiertas del Senado como si de las cerradas del Congreso se tratara. Se votaba al PP, porque sí. De haberse presentado Al Capone redivivo, su elección estaría cantada. Todo esto vale también para el PSOE, que nadie piense mal.( El bipartidismo, por cierto, es otra de las grandes lacras, por culpa de D»Hont)
En este país, la mayoría, la inmensa mayoría , vota unas siglas, aunque maten, roben y asalten caminos. Las listas abiertas no valen para nada cuando la ciudadanía no sabe ni discernir entre abierto y cerrado.
Ni el griego de Esopo ni el francés de La Fontaine ni el castellano de Iriarte y Samaniego. Ni ahora ni nunca. Somos un país de ágrafos. Algunos se consuelan pensando que su educación posee un plus de calidad debida a los colegios de frailes y monjas que sus papás tuvieron a bien sufragarles. Se equivocan. Su educación es tan deficitaria como la de los que hemos estudiado en centros laicos. Tal vez el Liceo Francés haya proporcionado una educación de calidad y pocos más. El déficit educativo actual ya no tiene parangón con el del pasado, por descontado.
Otro diciendo «qué hay de lo mío». Griego 5 horas semanales y también para los de ciencias. Literatura leonesa otras 5. Y dicen de los políticos y los intereses particulares.
No hay nada más cachondo que ver los navajeos en cualquier centro por las horas lectivas. En esas discusiones el alumno importa más bien poco.
Eh, que no soy de griego, sino de lengua y literatura españolas.