Manuel Valero.- Esta crisis que está dejando el campo de batalla del empleo como un verdadero armagedon de millonarias bajas entre la tropa, que siempre es la tropa la que pone pecho a la bala enemiga mientras los generales y escalafones varios observan la maniobra desde el altozano de la canonjía, la prebenda, la distracción chusca del dinero público envuelta en dilentatísimo renacimiento, la tesorería del partido de los presuntos sobres cogidos, la monipodiolandia de los eres dados , la comisión dis(se)creta por la obra concedida y otros ejemplos tan poco ejemplarizantes, tiene también otro efecto colateral beneficioso: la crisis ha descorrido el velo felón y ha pillado con las posaderas al ventarrón a demasiados buscapanes de alto copete y de superlativa estofa.
Y además, ha acabado con el bochornoso y parvulario espectáculo del y tu mas, la feria de demandas y el encanallamiento de la pugna política encallada en un agotador cuerpo a cuerpo, a falta de flancos decentes con los que envolver al enemigo. Al adversario, habría que decir. Y de paso, nos ha puesto a todos y a cada uno frente al espejo enmohecido de una sociedad civil adormecida por la escorrentía del dinero. Mucho dinero. Y en ocasiones, las más, público, el sin dueño.
Es decir, la crisis maldita del paro es también la crisis bendita del afloramiento de todo el detrito acumulado durante demasiado tiempo. Es como cuando se deseca una laguna y en su lecho aparecen esqueletos podridos o pecios de todo pelaje. La foto fija de la actualidad que lo mismo reproduce en el daguerrotipo del trinque (por lo que tienen los daguerrotipos de galería iconoclata del bandidaje) a un señor estirado y ejemplar deportista emparejado con la Casa Real a la que casi empareda, con un señor de las cuentas cuentos y con un tipo de ideas fijas exconsorte de una diva de la intelectualidad, puede virarse del sepia de antes de la crisis a una olografía fresca y diáfana del tiempo nuevo que se supone surge detrás de todo colapso politico, económico, social y moral. Pero también está el riesgo de dejar la cabra regresar al monte de sus amores en cuanto las cosas vuelvan a su sitio, las cuentas a cuadrarse y el trabajo a prodigarse.
Mucha faena legal por delante para, al menos, atajar el natural desvarío de las debilidades humanas con leyes cortitas y claras de financiación de partidos, con una lupa como el ojo de un telescopio estelar sobre las concesiones administrativas y otros acotamientos que disuadan del tentador cariño verdadero por el dinero mentiroso, la limitación de mandatos y demás bagatelas. En realidad en España tenemos una cosa que se llama Tribunal de Cuentas como teníamos el Banco Desfalco de España que por no mirar nos ha dejado sin aliento.
En definitiva, que ha tenido que llegar una crisis de cuádriga de caballos para que pudiéramos ver la trastienda en todo su opaco esplendor. Maldita crisis que encarece el plato menos el de sus señorías que almuerzan a precio dumping de 3 euritos y bendita crisis que nos ha demostrado lo que muchos sabíamos pero no nos atreviamos a preguntar: que hay demasiado trincón suelto campando entre instituciones laxas regurgitados por una sociedad laxa hasta ayer.
Si algo tenemos que agradecer al 15-M fue que limpiara el espejo para que pudiéramos ver lo artificialmente guapos que éramos. Pero si de todo esto no emerge una sociedad un poco mejor, es que simplemente, no tenemos remedio.
Mucho me temo que cuando dejemos en el baúl de los recuerdos esta crisis, que ojalá sea pronto, no emergerá una sociedad mejor. Los alcaldes , presidentes y empresas amigas volverán a crear Reinos de Fierabrás , Fundaciones con el certificado de excelencia para mantenimiento no ya de aeronaves sino de naves espaciales. Dilapidarán el dinero público creyéndolo cínicamente de su propiedad; practicarán el nepotismo, colocando en los mejores puestos a amigos y parentela; afirmarán con rotundidad sobre una cuestión y a la media hora negarán haberlo afirmado. Y los que se encuentren en la oposición, denunciarán las tropelías un poquito, lo justo para merecer una hora de gloria en los diarios, pero no demasiado, porque la verdad asusta y porque todos tenemos cadáveres en el armario, qué caray.
Nada cambiará. La mujer de Bárcenas seguirá luciendo esos suntuosos visones y yo continuaré con mis stradivarius, esa ropa tan resultona y mona y barata de la franquicia ,no los violines del genial violero, qué más quisiera yo.
Bueno, Carlota, al menos tu ropa tiene nombre de legendario violín
Jaajaaa!!!