Estrenan en Alcázar de San Juan un documental sobre un viaje en Vespa alrededor del mundo en 1962

Amigos y profesionales de la comunicación y la imagen asistieron en el Salón de Honores del Ayuntamiento de Alcázar de San Juan al estreno de un documental realizado por Raúl Fernández para recordar un viaje realizado alrededor del mundo hace cincuenta años. El concejal de Cultura, Benedicto Úbeda, señaló que se trata de un producto audiovisual «con impronta alcazareña» por el equipo que ha trabajado en la película.

«La vuelta al mundo en Vespa en 79 Días» es el titulo del documental dirigido por Raúl Fernández Rincón que se presentó en el salón de protocolo del Ayuntamiento de Alcázar de San Juan. Uno de los protagonistas de esta aventura, Antonio, asistió al estreno de esta película en la que juega un papel determinante la Vespa de 125 centímetros cúbicos en la que viajaron y a la que pusieron por nombre Dulcinea, convirtiéndola así, también, en embajadora de La Mancha en el mundo.

El alcazareño Raúl Fernández, director de documentales, conoció esta historia a través de un amigo y de la reedición en el año 2006 del libro que publicó la editorial Doncel después del viaje. Contar esta historia ha sido el resultado de un proceso de varios años, que ha creado lazos afectivos importantes en el equipo.

Hay que volver sobre el año 1962, cuando dos jóvenes de Albacete, Antonio Veciana y Santiago Guillén, muy aficionados a los viajes, habían visto la película La vuelta al Mundo en 80 días, de Santiago Guillén, fallecido en 1972, y surgió la propuesta de hacer el mismo viaje, pero en un día menos.

El documental realizado por Raúl Fernández cuenta también con la música de otro alcazareño, Agustín Muñoz y con la narración de Marcos Galván. La historia se cuenta con fotografías realizadas por los propios protagonistas durante su viaje, con algunas imágenes del archivo de No-Do que registraron la salida y la llegada y por dramatizaciones con actores, además de las entrevistas a los familiares de Santiago Guillén y a su compañero Antonio. El director se marcó como objetivo que aquella aventura, además de en papel, pueda ser recordada en imágenes y en televisión.

Aquel verano que conoció los primeros triunfos musicales de los Beatles y daba el inicio a una década prodigiosa, dos jóvenes que después estudiarían derecho habían empleado dos años y medio para preparar este viaje que comenzó un 25 de julio rumbo hacia Oriente sobre una Vespa que pasó por Francia, Italia, Grecia, Turquía, Afganistán, Pakistán y la India, en la primera etapa. Emulando el recorrido de los protagonistas de Julio Verne, el viaje siguió por Calcuta, Kuala Lumpur, Singapur, Hong Kong, Tokio, Hawaii, San Francisco, para cruzar todos los Estados Unidos hasta Nueva York, de allí hasta Londres en avión, atravesar Inglaterra, cruzar el canal, llegar a Paris y desde allí a Madrid. Toda una hazaña para dos hombres y una Vespa. Señala Veciana, que por aquel entonces no había ni tantas ni tan potentes motos como las que existen ahora y que, también, la Vespa «era una moto conocida en todo el mundo y, además, fabricada íntegramente en España».

En una viaje así se viven también momentos difíciles como el que les ocurrió a los protagonistas de este documental en un desierto de Afganistán, cerca de Kandahar, dónde se les rompió el cárter de la moto, y con ingenio «y con la ayuda de los americanos que estaban construyendo allí una carretera» se arregló el problema mediante «una chapuza que duró hasta Madrid».

Es una anécdota dentro de un viaje que, según cuenta su protagonista superviviente, no representó un problema de costes una vez iniciado, porque se realizaron acuerdos y gestiones para sufragar gastos como los pasajes de avión que fueron necesarios.

Como dato orientativo debe tenerse en cuenta que la gasolina de la Vespa costaba 15.000 pesetas en total y que la mayor parte del viaje se financiaba con una anticipo de la editorial por el libro y por las reseñas para los periódicos y agencias de noticias que los motoristas iban realizando por los lugares que visitaban, en un periplo dónde importaban más las emociones que el dinero. Así lo recuerda Antonio Veciana, al referirse al momento en que, en Roma, a las cinco de la mañana, bajo el obelisco de la Plaza de San Pedro, los dos manchegos con su Vespa se miraron y se preguntaron «en qué lío nos hemos metido» antes de darse un abrazo y afrontar el camino confiando en «la ayuda de Dios, que nos ayudó».

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