En la lejana obra de Steven Spielberg ‘ET’, treinta años ya desde su estreno, el referido extraterrestre perdido en el planeta azul, sólo articulaba la citada expresión: ¡Mi casa, teléfono! Ahora con el paso del tiempo, otros extraterrestres actualizados, formulan deseo idéntico de casa y de teléfono, haciendo buen el vaticinio del marciano entrañable.
Los primeros extraterrestres abundan entre la población francesa de estrellas, cantantes, deportistas y financieros, y tienen una particular obsesión por asentarse en una nueva casa; porque la actual le sale muy cara, o eso dicen ellos. Todos ellos, que han usado y abusado del patriotismo galo y de las ternuras propias del nacionalismo financiero francés, no reparan mientes a la hora de sabotear a la Hacienda Pública de su querido país. Y así Gerard Depardieu, convirtiéndose en ruso; Brigite Bardot amenazando con un camino idéntico de nacionalización eslava; Alain Delon que no se sabe ya si es suizo o luxemburgués; Laeticia Casta residenciándose en Britania o la ingente fuga del magnate Arnault hacia la vecina Bélgica, dan cuenta de ese deseo sostenido por encontrar una casa nueva- Por mucho que los huidos hayan sido símbolos vivos y activos de la patria que se abandona.
El caso español es más complejo. Hay patriotas que han decido pagar menos impuestos en cualquier lugar distinto y diferenciado del suelo nacional. Y buscan acomodo en los llamados ‘Paraísos fiscales’. Pese a que parte de sus ingresos provengan de recursos públicos o de actividades desarrolladas en el país de origen, donde cobran y no tributan. Son, por otra parte, estos marcianos patriotas los que sollozan al recordar las esquinas doradas de la infancia y se emocionan con la música del pueblo que los vio nacer; aunque a la hora de pagar impuestos pierdan toda sentimentalidad y la ternura y adquieren un rostro hirsuto y una tez huracanada.
Hay otros patriotas, los del teléfono y los de Telefónica, que han descubierto la espesura terminal de Telefónica y la amplitud de sus cómodos cojines. Telefónica la empresa que, una vez privatizada, no deja de dar lugar y asiento a jubilados de la política, de la Casa Real y de las finanzas. Todos los recogidos al calor de los mullidos cojines, lo hacen sin ningún recato y sin ningún rubor. Lo hacen con independencia de coloraciones políticas y de credos de ideas. Y así van, en manada, desde Rato, a Javier de Paz, desde Zaplana a Narcis Serra; desde Jefes Ministeriales de Gabinetes a cónyuges de políticos en activo. En fin, como deseo del Nuevo Año no está mal. Casa, aunque sea rusa; y teléfono, aunque sea de Telefónica.
El Rato abandona el barco de Bankia, que expulsa a trabajadores, y Telefónica acoge al Rato y expulsa también a gran número de trabajadores. Esperemos que Telefónica soporte los agujeros de queso Gruyère que le hará Rato y no se hunda, porque si sigue así a Rato no le va a quedar barco al que acudir.
El auténtico queso Gruyére suizo no tiene agujeros
Excelente artículo sobre los auto/llamados «patriotas». Yo hubiera criticado aún más pero bueno está.
Tan solo un matiz; ayer oí que Brigite Bardot ha amenazado al gobierno francés con adquirir otra nacionalidad pero en su caso por motivos muy diferentes: salvar a unos elefantes de la muerte por enfermedad contagiosa… Sin querer entrar en la polémica de si tiene o no razón en su lucha ecológica, al menos y es a lo que voy la razón de la bardot, al menos no es economicista como la del galo de Asterix; por lo tanto solo este pequeño matiz… y repito, muy buen artículo.