Cospedal llego a Fuensalida acompañada de una corte de pijos de negro, un ejército de elegantes y bien formados madrileños que tomaron posesión de buenos cargos y mejores sueldos, incluso en el propio Gobierno regional.
Quizá vio a los populares castellano-manchegos poco preparados o, quién sabe, quizá demasiado de pueblo para esa imagen de moderno ejecutivo que se ha convertido en el estilo del PP. Lo extraño es que, después de tantos años esperando un cambio de rumbo político en Castilla-La Mancha, los populares de entre Seseña y Despeñaperros hayan adoptado una actitud tan humilde… por no decir sumisa.