La canciller alemana, Ángula Merkel, presentó en el parlamento federal teutón un ambicioso plan económico de reformas y torturas para los países mediterráneos que podría empezar a aplicarse ayer mismo.
Los diputados alemanes recompensaron a la hamburguesa Merkel con una sonora ovación cuando, entre aburridos tecnicismo sobre política fiscal, hizo aparecer de entre sus manos un enorme calabacín de 3 kilos. No en vano, la canciller se ha aficionado a sorprender a la cámara baja de su país con productos de huerta murciana: memorable fue la comparación que ilustró entre Aznar y un melón, genialidad que la catapultó a la victoria electoral; así como cuando comparó a Zapatero con una berza, anécdota que todo alumno de secundaria alemán estudia en la asignatura de biología de las calamidades sociales.