La cuestión catalana cansa hasta la extenuación. No puede ser que un problema político en democracia se perpetúe por sobre generaciones. A mi el nacionalismo en el siglo XXI me parece cavernícola, pero si los catalanes lo quieren, no sólo el millón y medio, o los dos, que se manifestaron en Barcelona, sino otro millón o dos tres mas, sea. De una vez y por todas. Hay que ponerle coto a esto siquiera para acabar con los pelmazos. No trato de frivolizar, ya lo he escrito y dicho: un órdago a la grande, un referéndum con una pregunta escueta con una única cosa negociable, los porcentajes, ya que un asunto de tal magnitud no puede prosperar con una mitad contra la otra mitad. Aunque me temo que en esto estaríamos negociando por otras dos décadas, que si el 65% o el 70%, de la misma manera que España, “advenida” la III República se convertiría en un parvulario sobre si República Centralista, Federal, Confederal, Cantonal, presidencialista…a arcádica, idílica,mestizada, sin propiedad, todos desnudos.
Pero sigo, que me pierdo, que pierdo el hilo quiero decir. Y luego una campaña en la que quede todo muy clarito: las consecuencias de un resultado u otro. Negro sobre blanco, al detalle… No sé las ventajas de un nuevo Estado en un mundo globalizado que obliga a macroámbitos de comunidad, pero deduzco los inconvenientes objetivables en el caso de que saliera el SI a la independencia de Cataluña. El primero el de la pela. Independiente Cataluña frontera que emerge -las fronteras son muy hermosas-, y aranceles y productos más caros, y la reacción social de los despreciados españoles a no consumir productos catalanes. El segundo, el monetario. En la UE hay un socio que es el Reino de España, parido el Estado Catalán, imprevisto y no convidado, tendría que salir del club y reiniciar su proceso de adhesión.¿Permitiría la UE una Cataluña independiente en la zona Euro con el argumento de que ya lo ha estado? El tercero, el de las Relaciones Internacionales. Es evidente que España pese a la imagen que nos hemos labrado en los últimos años tiene más peso y presencia en las instituciones decisorias que Cataluña. En el concierto internacional llevarse bien es vital para salvaguardar intereses. Tendrían que pasar años para que el matrimonio roto retome la normalidad civilizada porque Cataluña como un Estado independiente puede obligar a España a apoyar o vetar cualquier cuestión libre ya de ataduras . Y cuarto (hay muchos más), el socorrido aspecto deportivo y el nuevo rol que tendría en la realidad sobrevenida un equipo que es más que un club con un Messi buscando una liga a la altura de su gigantismo. ¿En Italia? ¿En Francia? Ya se encargaría la exmetrópoli España de ponérselo difícil en el siempre tortuoso campo de la diplomacia y los intereses económicos y comerciales con lo que volvemos al primer, segundo y tercer inconveniente.
Tanto como el nacionalismo lo que no soporto es la reacción refleja según se defiendan postulados de izquierda y derecha (otros términos obsoletos) por el que defender, tolerar o comprender la singularidad catalana es muy progre y quien no la defiende no la tolera o no la defiende es un facha, o peor, un exacerbado nacionalista español, argumento éste de una pobreza intelectual que espanta.a estas alturas de la historia. Es curiosa la reacción de algunos. Los hay, todavía, que creen que el independentismo catalán es de izquierdas. El independentismo es capaz de obrar milagros en la lógica absurda de la política hasta el punto del aplauso de la izquierda a un nuevo Estado burgués, controlado por la derecha económica, política y social, y bendecida por la Moreneta.
A mi personalmente y llegados a este punto lo que no ya no aguanto es al pelmazo de Arturo Mas., no digo Artur porque me evoca el nombre de un personaje de novela y este señor no alcanza para tanto, y porque no me da la republicana gana Por eso, y por la vía más democrática posible, me gustaría que un político cogiera el toro por los cuernos y afrontara el culebrón coñazo catalán de una vez por toras con un órdago a la grande, de modo y manera que si saliera el SI tanta paz lleven y si es el NO, que no se vuelva a hablar del asunto en décadas. Optar por un ensayo de Confederación que es como más suave porque el abismo no es tan profundo ya es viejo y llega tarde. A lo mejor, explicando bien las cositas y cuando los catalanes se vieran cara a cara con el padre y la madre y la cuñada de todas las decisiones nos llevábamos una sorpresa.