Mucho se ha hablado estos días de El hombre avión, la escultura de Juan Ripollés instalada en aeropuerto de Castellón: que si era una «alegoría de la capacidad creativa del cerebro humano, que es capaz de concebir inventos increíbles y grandes proyectos», que si estaba inspirada en el empeño de Carlos Fabra por sacar adelante un aeropuerto fantasma, que si representaba a Carlos Fabra exonerando el vientre… una polémica obra de Marte que ha caldeado las redes sociales de toda la Vía Láctea.
Sin embargo, no ha trascendido una información publicada por The Venusian Post en la que se desvela que el mismísimo Carlos Fabra pretendía ser el autor de la escultura que iba a instalarse en la infraestructura aeroportuaria castellonense. De hecho, el diseño estaba cerrado e incluso se realizó una maqueta a escala de 50 metros de alto -la original rondaría los 340 metros-. Se desconocen las causas por las que se desechó este ambicioso proyecto, «una metáfora de las motivaciones ideológicas de los servidores públicos».
En el siguiente montaje fotográfico puede compararse, junto a la obra de Ripollés, la que pudo haber sido erigida en su lugar, el icono fábrico que finalmente acabó enterrado en el subconsciente del prohombre de las gafas oscuras, el único capaz de someter tanto a las musas como al azar.