Si la EPA del año 2011 reflejaba que ya estamos en los 5,3 millones de parados, los datos del paro de enero son las consecuencias de la recesión, pero la caída histórica del número de cotizantes a la Seguridad Social refleja el estado catatónico de nuestra economía.
Después de dos años de recortes y ajustes, con un sector financiero convertido en pozo sin fondo de recursos públicos (mientras no para de anunciar beneficios mil millonarios de euros), y con un repunte de despidos en el sector público y también en el privado, podemos decir que nuestro país se encuentra en un “coma autoinducido”.
Porque no nos engañemos, ¿alguien esperaba que recortando toda la inversión pública productiva, recortando salarios, despidiendo a miles de empleados públicos e instalando la incertidumbre sobre el empleo por la amenaza del abaratamiento del despido, se podría reactivar el consumo, la inversión y la actividad económica, y por tanto el empleo?
Porque estos datos de record de paro son la consecuencia lógica de una reforma laboral que facilita el despido, del recorte en gasto social, y del frenazo de la inversión pública que también frena la inversión privada, y de la ausencia de una banca pública que reactive el crédito para evitar el colapso de pymes y familias.
Pero quizás los datos más sintomáticos del verdadero estado de la economía real, sean la EPA y la afiliación a la Seguridad Social. Estamos ante la primera pérdida de población activa que no es fruto de la variación poblacional, sino que ya hay miles de personas que después de un paro de larguísima duración y la ausencia de expectativas han decidido tirar la toalla.
La caída de cotizantes supone un nuevo varapalo al sistema público de pensiones, quedando demostrado que su reforma era equivocada, inadecuada e ineficiente, porque el verdadero problema es el número de cotizantes, y si seguimos por la senda de la destrucción de empleo, el déficit del 2011 se repetirá en el 2012, e incluso habrá que volver a retrasar la edad de jubilación, como ya apuntan fuentes cercanas al Gobierno.
En resumen, España está instalada en una auténtica parálisis económica, con un gobierno empeñado en una disciplina presupuestaria que ya ha traido la recesión a España y a Europa, y que cada vez es más discutida dentro y fuera.
La reforma laboral, que según el propio Rajoy ya merece una huelga general, seguirá en la misma línea de todas las anteriores, desprotección del trabajador, desregulación laboral, mayor poder para el empresario y ninguna exigencia a la parte empresarial.
La reforma financiera que se acaba de presentar, camina hacia la creación de un gran monopolio privado, aupado por la asunción pública de sus productos tóxicos, anticipando una oleada de despidos y dos años más de restricción del crédito de nuestra economía, aparte de entregar todo el poder económico, financiero y en cierta manera político, a una élite que se ha librado de los banquillos por los indultos de Zapatero, y que será la gran triunfadora de una crisis que cada vez más parece una estafa.
Quizás sea mejor estar en coma para no ver la realidad, que estar despierto para ver semejante expolio de recursos públicos y de las conquistas sociales y laborales.