Recordar el nacimiento de nuestra Constitución por decisión soberana de los españoles es siempre para mí un motivo de orgullo y alegría. Al cumplirse un nuevo aniversario, es una buena ocasión para echar la vista 33 años atrás y comprobar lo que hemos avanzado en una sociedad libre y democrática con las lógicas dificultades. En el momento en que fue aprobada, supuso el culmen al período de transición desde un régimen autoritario hasta un sistema de derechos y libertades, realizado en paz y libertad y que resultó ejemplar.
Por ello, al escribir estas líneas en torno a la Constitución, el primer sentimiento que quiero transmitir es de profundo agradecimiento a aquellos que protagonizaron la transición. Los grandes protagonistas de esa época, como los padres de la Constitución, dieron al mundo entero un ejemplo de reconciliación en beneficio del bien común de todos los españoles.
Recuerdo perfectamente aquel 6 de diciembre de 1978. Yo iba camino de cumplir trece años y, aunque a esa edad me era imposible apreciar la repercusión de ese día y del referéndum que tenía lugar, recuerdo la ilusión que tenía lugar a mi alrededor: dejar finalmente una época detrás, afianzar unas libertades recobradas y confirmar para siempre la reconciliación entre todos los españoles. De hecho, todos somos herederos y beneficiarios de la libertad que nuestra Carta Magna proclama e irradia.
Puede que la libertad nos parezca algo evidente a los que, en aquel referéndum, no pudimos votar porque no teníamos la edad necesaria o incluso, no habían nacido. Pero ahí están nuestros padres y abuelos para recordarnos el largo tiempo que tuvieron que esperar para ejercer sus derechos fundamentales, tales como el del voto. Por ello, considero que la libertad debe defenderse un día como hoy y mañana también.
Es cierto que desde la fecha de la aprobación de nuestra Constitución, muchos pueblos que cuentan con cartas de derechos similares pueden considerarse libres. Pero me gustaría recordar que otros pueblos permanecen sometidos bajo regímenes represores y otros, muchos de ellos situados al otro lado del Mar Mediterráneo, apenas comienzan ahora su transición hacia la libertad.
Ante este hecho, me considero por un lado satisfecha del camino recorrido por España como Nación, y al mismo tiempo comprometida a apoyar de manera clara el avance de las libertades allí donde no sean aún plenas.
En una fecha en la que celebramos la llegada de la libertad no puedo dejar de recordar a quienes cayeron por ella. Es este un día para rendir un sincero homenaje a las víctimas del terrorismo. Gracias a su ejemplo podemos continuar más allá y con más energía hacia adelante. Especialmente en un momento en el que podemos decir que ETA ha sido derrotada, pero en el que también queda mucho por hacer. Hicimos una Constitución para que la libertad no se pudiera parcelar y, por lo tanto, tampoco los hombres libres. Los españoles no somos completamente libres si hay uno solo de ellos que no lo puede ser.
Frente a los enemigos de la libertad, nosotros, los españoles, tenemos nuestra Constitución. Recomiendo leerla de nuevo en un día como hoy. Me resulta emocionante repasarla y ver que, ya en su Preámbulo reconoce a España como Nación; porque somos una Nación única e indivisible, ya existente desde hace siglos, que se ha dotado de un Estado regido por una Constitución. Porque España es el resultado de un caminar centenario a través de la Historia, resultado de nuestras hazañas y tragedias, conjunto de nuestras culturas y costumbres. Somos todos la Nación, una creación de todos los que somos y los que fueron.
No quiero ocultar mi admiración por una Nación que tantas veces ha deslumbrado al mundo y que, desde la diversidad que siempre nos ha caracterizado como pueblo, ha hecho gala al mismo tiempo de una unión capaz de llevar a cabo hazañas que han despertado la admiración del mundo entero, de manera significativa en los momentos más difíciles.
Aunque hemos avanzado notablemente en el terreno de las libertades, la falta de trabajo y de expectativas causan el sufrimiento de muchos. Hemos logrado un país en el que los jóvenes están cada vez más preparados pero, pese ello, la única opción que les queda es salir de nuestras fronteras para encontrar el trabajo que merecen, dejando para ello atrás a su familia y amigos.
La Constitución, redactada en tiempos de dificultades económicas, marca a los poderes públicos la realización de una política orientada al pleno empleo. Una referencia que para mí es no solo un objetivo, sino también nuestra obligación. Pero, además, nuestra Carta Magna reconocía el sentimiento que todos tenemos en la actualidad: que de esta crisis debemos salir todos unidos. Ese es el camino correcto.
En estos días afrontamos el comienzo de una nueva época por voluntad expresa de los ciudadanos y en cumplimiento pleno de nuestra Constitución, cuyo aniversario celebramos. Una época que presenta dificultades evidentes que todos conocemos, pero que podemos y vamos a combatir.
Soy consciente de que no vivimos tiempos fáciles, pero estoy segura de que se puede contar con la extraordinaria madurez del pueblo español, que sabe de sacrificios y esfuerzos, que encara las adversidades a través de las instituciones que él mismo quiso y supo darse y que garantizan su libertad.
Tenemos también nuestra Constitución, expresión perfecta de la voluntad del pueblo español, y que articula nuestra forma de Gobierno en paz y libertad. Con esas armas hemos emprendido nuestra lucha contra la crisis y el resto de problemas que afrontamos y con ellas no podemos perder ni vamos a perder esta batalla.
Por último y, a las puertas de cumplirse el Bicentenario de la Constitución de Cádiz, también hoy quiero rendir un homenaje a aquellas Cortes y a la carta de derechos y libertades que alumbraron, preludio de un rico constitucionalismo español que, al día de hoy, gracias a la Carta Magna, nos hace disfrutar del período más largo de libertad y democracia.