Si el movimiento 15-M exige un japoteo integral de la vida pública en todos sus ámbitos, desde el político al vecinal como ensayo para un futuro mejor, a codazos voy y me abro paso en la fila para estampar mi firma, mi rúbrica, mi DNI y mi retrato. Y no me encontraré la mesa de firmar con apenas unos hilillos de ciudadanos cabreados dispuestos a poner su nombre en el Manifiesto Inconformista, pues serán multitud los que se agolpen para escribir su nombre en ese mojón de la Historia. El escritor José Saramago ya se adelantó a los hijos de Cayo Lara en un sobrecogedor relato: Ensayo sobre la lucidez, infinitamente mucho mejor que el opúsculo de Stephane Hessel, cuyas ventas es de suponer le reportarán pingües beneficios que inmediatamente pondrá a disposiciión de todos los indignados del mundo.
Sin embargo no puedo apartar de mi cabeza algunas preguntas cuales moscas cojoneras me tientan y me empujan a caer en la tentación del escepticismo. A salvo estoy de la teoría de la conspiración quincemayesca que sostiene que el tinglado que empezó el domingo, que ha continuado durante toda la semana y que avisa de una jornada de reflexión intensa, se ha montado ahora para usarlo como pescozón en la dubitativa nuca del elector de izquierdas, que, ya lo dijo José Blanco, cuando pinta mal se queda en casa, el pedazo de vago.
La estética asamblearia, espontánea y juvenil – a ellos no les gusta el calificativo de juvenil- es muy sugerente y tiene esa capacidad de seducción que aviva la nostalgia de otros tiempos, pero que como el cristal que refleja un frondoso paisaje se queda en nada al menor chinato que lo quiebre accidentalmente. Me aparto de los piropos florales hacia los habitantes del campamento base como de quienes los atajan de un tajo con el calificativo de comunistas de antes de la perestroika, anarquistas arrebatados ante el adveniniento, por fin, de la sociedad nueva o antisistemas -ellos mismos han dicho que no lo son pese a la sugerencia arcádica de más de una pancarta que borra de la trilogia vital de todos los tiempos –salud, dinero y amor– lo segundo, precisamente. El grano de la paja que se ha dicho siempre. Pero insisto: si la reivindicación última es una purga hasta dejar el intestino de la democracia como una patena, una vez defecados los tics pseudodemocráticos, las conductas de democracia virtual, la apología del trinque indemne, la putrefacción del sistema bajo el palio de la coartada electoral cuando toca, el elogio del más grosero nepotismo, el reparto de canonjías entre el corifeo de aduladores… voy y me cuelo en la fila de firmar para no quedarme al margen de la Historia.
Ahora bien, la celosía de sensibilidades y consignas, el rebufo de organizaciones expertas en sacar tajada, el espectáculo de políticos que han corrido a lanzar la caña en la charca indignada, la posibilidad de que la toma de la Bastilla-Sol se prolongue hasta la jornada de reflexión… me produce incómodas interferencias. La estética mayesca y la toma de la calle con todo su eco mediático tampoco está por encima de la Ley. Y aunque hasta ahora a excpeción de la noche del domingo, ha habido permisivad, el sábado debe ser respetado porque así lo dice una ley democrática. Adjuro de los maduros progres de salón que elogian la transgresión como mera pose desde su despacho burgués de intelectual de nómina. Pero el sábado debe cumplirse la ley democrática. Y utilizado, quizá más que nunca, para lo que se supone que están las vísperas del coito electoral: para reflexionar. Todos estos días de espontáneo (o no) acné revolucionario ante un panorama decrépito pueden cobrar sentido en una jornada de rebelión interior que apunte al voto esperado concebido en estos cinco o siete días que han conmocionado la campaña electoral.
Pero leyendo todas las propuestas surgidas en la humedad de la Asamblea Popular a caballo entre dos tormentas uno siente el vértigo de un tobogán que lo mismo asciende hacia propuestas serias y maduras que desciende hasta arrebatos infantiles de ñoñez insoportable. Hay una que a uno le incomoda muchísimo: dicen los indignados (yo también me indigno y mucho) que los medios de comunicación se abstengan de opinar. Y el que se indigna soy yo. A partir de este momento los palos del sombrajo se me caen a plomo. Lo serio, maduro aunque menos estético es iniciar una Iniciativa Legislativa Popular que le limpie los bajos a esta democracia. O que el 15-M se convierta en una organización que me de la posibilidad de votarla en unas elecciones. El socialismo real se lo quitó medio mundo de encima con una sonrisa de oreja a oreja. La reunión callejera a juzgar por la tormenta de ideas, se parece mas a una asamblea de facul que el primer ensayo de la revolución. El sábado, pues, a reflexionar. Y tomarse la Utopía, más en serio.