El retrato electoral no es sólo la cara del candidato/ta sino su expresión. He visto carteles risueños, carteles hieráticos y carteles con candidatos tristes. O tal vez haya uno captado ese sutil hilillo de melancolía que exuda más de un rostro que estos días anda colgado de las farolas. Me lo decía un amigo: me gustan las campañas electorales porque es la única vez que se ve a los políticos colgados de las farolas. Anda, anda, le digo…
Esto de la cartelería está evolucionando que es una barbaridad. Ahora son grandes, luminosos, envainados en atractivos mupis, o proyectados como anuncios televisivos en las pantallas gigantes de la ciudad. A este paso, 3D, que no se le ocurra a ningún creativo campañero. Y sin embargo, en los tiempos de la imagen, internet, y la comunicación virtual, que no virtuosa, existen aun restos del naufragio de los maravillosos años en que reconquistamos la normalidad democrática, cual son esos paneles de contrachapao o conglomerao o lo que sea, que clavados a un par de tochos de madera, se yerguen tristes e indiferentes por solares y plazas con un par de carteles desolados ante la indiferencia de la gente. De pegar hasta en los escaparates de los bancos en los libertarios ochenta se ha pasado a pegar en lugares habilitados para ello, verbigracia, la plancha de madera cutre soportada por tarugos.
La cara es el espejo del alma o el cebo del voto. Una candidata, María Dolores de Cospedal, se ríe como barruntando la inauguración de una nueva dinastía juntera y otro, José María Barreda, se esfuerza en razonar con el mimo congelado de que él y Castilla-La Mancha son la misma cosa. Los demás se limitan a mirar a la cámara -pajarito, pajarito- con semblante sereno y en algunos casos resignados como si atisbaran que, como siempre, no se van a comer un colín. Y no me refiero ni a IU ni a UPyD. A imaginar.
Y concluyendo que es gerundio, me he preguntado cuánto habrá cobrado el fotoshopero del PP que se ha esmerado lo suyo limando asperezas faciales a ellos y a ellas en el supuesto de que las tuvieran. Los rostros de Cospedal y Romero, que justo es reconocerlo son fotogénicas ellas, están más lisos que un suelo de mármol, sin ninguna arruguita bella, de ésas que descubren el estado de ánimo. Para mi que al fotoshopero del PP se le fue la mano y le borró la catarata de cabello que Rosa Romero debía lucir a la derecha (nuestra izquierda) de su rostro. Es el aire..pero si hace aire, ¿como es que la Romero no tiene los ojos cerrados?