Quisieron la suerte y el destino que, no hace mucho, aquí el menda recibiera la llamada telefónica de un comisario político. Y a fe que aún no he salido del asombro, por cuanto yo creía, en mi inocencia de demócrata nativo, que esa oscura figura de la represión y la propaganda había quedado relegada al recuerdo de otro periodo de la historia de España.
Quizá diga muy mal de mí mismo y de mi condición de periodista que tenga que asegurar que lo que se narra a continuación es una historia verídica. A mi honor pongo por garantía, así a como a las centenares de personas que sin duda habrán pasado por este mismo trance.
Fue hace unos días. Deliciosa tarde de abril. 14,30 horas. Por el auricular, una voz de mujer joven. Alegre, potente y confiada. Buenos días, soy una voluntaria de la Oficina de José María Barreda en Ciudad Real y estamos haciendo una encuesta aleatoria para evaluar la opinión de los ciudadrealeños sobre la gestión del presidente de la Junta de Comunidades, ¿le importaría atendernos?. Me pongo cómodo en la silla y me relamo ante la posibilidad de expresar libremente mi opinión ante las mismas narices del Gobierno regional.
– Claro, no hay problema, dime qué quieres saber.
– Pues dígame qué opina sobre el gobierno de José María Barreda.
– Bueno, pues ha habido cosas buenas y malas. Apruebo su política sanitaria y de bienestar social, pero creo que durante esta legislatura ha habido borrones que ensombrecen su gestión y desequilibran la balanza del lado negativo.
Segundos de incómodo silencio. Detecto cierta alarma en la voz:
– ¡No me diga! ¿Y eso cómo es?
– Pues mira, es cierto que ha tenido que bregar con el factor exógeno de la crisis que afecta al país, pero de todos modos la gestión ha sido mala en muchos aspectos. Tasa del 21 por ciento de paro. 200.000 castellano-manchegos cruzados de brazos. Una cuestionable calidad de la educación, con gastos desmesurados en equipos informáticos y lo que creo que es una mala administración de los recursos de profesorado. Además, desde el punto de vista económico me parece que la deuda es excesiva y que…
La voz me interrumpe. La alegría se arruga de repente, como el plástico de un globo pinchado.
-Perdón, pero creo que usted está mal informado, esa no es la realidad.
– Ignoro si será la realidad, pero es la información de la que dispongo.
– Esa es la información que está facilitando la oposición.- El tono se endurece. Adiós al buen rollito, pienso.
– Perdona, pero esa información responde a cifras oficiales facilitadas por el Ministerio de Trabajo y publicadas en prensa.
– Pues que sepa que son cifras manipuladas por medios de comunicación afines a la oposición.
Zas. En toda la boca. Menudo sopapo que me acaba de dar la gachí. Me invade una sensación de aturdimiento y pienso si no seré objeto de la cuchufleta de alguna amiga. La intuición me dice que no, y respondo a la entrevistadora que me ha preguntado mi opinión, y que mi opinión es mía, no suya. Aprovecho el tirón y le recuerdo la que fue, a mi juicio, nefasta gestión de Caja Castilla La Mancha, y los desenlaces de casos como los del Aeropuerto de Ciudad Real, El Reino de Don Quijote y la Fundación Virtus de Puertollano.
– Pero eso no es justo.- responde la chica-. ¿A que no sabía usted que en la gestión de CCM también estaban involucrados varios consejeros del Partido Popular?
– Lo sé, y no les eximo de culpa. Es más, cabe la posibilidad de que esos consejeros apenas supieran qué era lo que firmaban. Pero insisto: la responsabilidad política de la desaparición de CCM recae exclusivamente en el Gobierno regional, obligado como estaba a velar por la gestión de nuestra banca pública, a fiscalizarla y a garantizar su solvencia.
– Pues me parece muy mal que los consejeros del PP no supieran lo que firmaban, la culpa también sería de ellos.
Le respondo que sí, que vale, pero que mi respuesta sigue siendo que la culpa de la desaparición de CCM es del Gobierno regional. Por añadidura le comunico que le estoy regalando mi tiempo para darle mi opinión, y que si no le gusta, pues que se busque a otro o que ella misma apunte lo que crea conveniente.
– Vale vale, claro, por supuesto que es su opinión. Quería plantearle otro tema. ¿Qué le parece a usted que el PP haya propuesto el copago para financiar la Sanidad?
Le respondo que, a título personal, estoy en contra del copago de cualquier servicio público, pero que en este caso concreto no tengo criterio claro porque no me consta que el PP de Castilla-La Mancha haya incluido el copago sanitario en su programa electoral.
La encuestadora me asegura que así ha sido, y que María Dolores de Cospedal, preguntada sobre la cuestión, no ha querido aclarar si está a favor o en contra. Me empieza a invadir el hastío:
– Te repito que no me consta que el PP haya propuesto el copago en Castilla-La Mancha.
– Pues le aseguro que sí lo ha hecho a nivel nacional, y que Cospedal se ha callado. Ni lo ha confirmado ni lo ha desmentido.
– Pues nada, si tú lo dices, así será…
Me vuelve a asegurar que las cosas no son como yo las veo, que estoy equivocado. Yo le recuerdo que se supone que esto empezó siendo una encuesta de opinión. Como intuí entonces que la muchacha estaba un pelín chafada, la quise animar para llevar al extremo el esperpento de este sondeo de opinión:
– Mira, os deseo mucha suerte, pero a mi personalmente me da igual quien gane las elecciones. Sencillamente lo que me gustaría es que mejoraran la gestión política y los servicios, sea Barreda quien lleve las riendas, sea Cospedal o sea el sursuncorda…
– Ya hombre, pero es que no es lo mismo Barreda que Cospedal. No podemos comparar la capacidad de Barreda con la de Cospedal…
Me da ya pereza seguir insistiendo, aunque le digo que lo mejor que pueden hacer los de la Oficina de Barreda en Ciudad Real es contestarse a ellos mismos y obtendrían unos resultados estupendos.
-Bueno, pues eso es todo. Muchas gracias de todos modos.
– Oye, perdona, pero «de todos modos» no. Dame las gracias simplemente, y a secas, porque mi opinión es tan válida como la de cualquiera que piense de otro modo.
Se despide. Me despido.
Me dio entonces por pensar en los extremos hasta los que es capaz de llegar la política para hacer proselitismo y adoctrinamiento, para vendernos una realidad adulterada e incluso, si se tercia, para invadir la psicología del individuo. Pensé en el sectarismo de quienes desprecian la opinión de los demás. También en el coste que tendrían este tipo de encuestas, y en quién y cómo se pagarían. Me acometió asimismo el restallido de otra consideración, que efectué en voz alta:
– ¡Anda!, pero si este tipo de actividades también están prohibidas por la Ley Electoral…
Salí a comer. Afuera, lucía el sol y hacía calor.
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