Ciudad Real capital y el resto de la provincia se prepara ya para celebrar, un año más, su tradicional Semana Santa. Y digo tradicional porque la Semana Santa, independientemente de que se sea católico o no, es una tradición muy arraigada no sólo en los pueblos y ciudades de Ciudad Real y de Castilla-La Mancha sino de toda España.
Así pues, nos preparamos para vivir la Semana Santa quienes la seguimos desde nuestro compromiso cristiano desde el recogimiento y la devoción y otros desde el asueto y el descanso. Cada cual, desde nuestras creencias, vivimos la Semana Santa a nuestra manera pero hay algo evidente y es que la Semana Santa, con todo lo que conlleva a su alrededor, está llena de costumbres, tradiciones y raíces. Hasta los colores, los olores y los sonidos son tradicionales.
No obstante, en los últimos años, nuestras creencias y tradiciones, sobre todo si tienen carácter religioso, corren peligro. Los ataques a todo lo que tiene que ver con la religión católica son cada vez más frecuentes poniendo en peligro incluso la denominación que de toda la vida se la han dado a los periodos vacacionales que coinciden con la Navidad o, en este caso más concreto, con la Semana Santa, que en el Calendario Escolar de nuestra región aparecía como “periodo de descanso escolar entre el segundo y tercer trimestre”.
Los Gobiernos no deben ir en contra del sentir de una mayoría de ciudadanos que, por la tradición católica de siglos que existe en España, participan de un modo u otro en la Semana Santa y la prueba son los millones de personas que, durante la Semana de Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, toman parte en los desfiles procesionales como hermanos o cofrades y que salen a las calles a ver procesionar a las hermandades y cofradías de su pueblo natal o de su lugar de residencia.
El intento de cambio de denominación de las tradicionales vacaciones de “Semana Santa” se quedaría sólo en eso, en un grave error, si no fuera porque es sólo una muestra más del ataque y acoso que, como decía anteriormente, están sufriendo en los últimos tiempos los símbolos y las celebraciones que tienen que ver con la Iglesia Católica en España y en el mundo.
Como ya escribí en otra ocasión, España es un país aconfesional, según la Constitución vigente de 1978, y, por tanto, se deben respetar todas las confesiones y no se debe tratar de imponer un laicismo radical. Dentro de ese respeto, independientemente de que no exista ninguna religión oficial del Estado, se entiende que lo lógico sería respetar el sentimiento mayoritario en torno a determinadas cuestiones ligadas a la tradición religiosa de la mayoría de la población y que forman parte de las raíces tradicionales y culturales de la mayor parte de la sociedad.
Los propios tribunales, en las más altas instancias, están sentando jurisprudencia al respecto no sólo en España, sino en el marco europeo.
El pasado mes de marzo, la Gran Sala del Tribunal Europeo de Derechos Humanos rectificó una anterior sentencia sobre la eliminación de los crucifijos en las escuelas italianas, una polémica que también se está produciendo en España, para afirmar en que «un crucifijo colgado de una pared es un símbolo esencialmente pasivo, cuya influencia sobre los alumnos no puede ser comparada a un discurso didáctico o a la participación en actividades religiosas». Añade que “la presencia de los crucifijos no está asociada a una enseñanza obligatoria del cristianismo y nada indica que las autoridades se muestren intolerantes hacia los alumnos de otras religiones, no creyentes o de otras convicciones filosóficas». Por último, la sentencia afirma que Italia «da a la religión mayoritaria del país una visibilidad preponderante en el ámbito escolar», que no supone un «acto de adoctrinamiento» ni una violación (del artículo 2 del protocolo 1) del derecho a la Educación del Convenio Europeo de Derechos Humanos.
Mientras, en España, el pasado 7 de abril, conocíamos a través de los medios de comunicación el dictamen del Tribunal Constitucional declarando que la Inmaculada Concepción podía seguir siendo Patrona del Colegio de Abogados de Sevilla porque “no vulnera la aconfesionalidad de la institución ya que pese a su origen religioso es en la actualidad un signo de identidad, de naturaleza cultural, como sucede con el descanso en los domingos y muchos emblemas, escudos, banderas, himnos, alegorías, divisas, lemas y conmemoraciones”. Según este Tribunal, “son símbolos religiosos que han pasado a ser predominantemente culturales, aunque eso no excluya que para los creyentes siga operando su significado religioso”.
Del mismo modo, hace unos meses, un Juzgado de Murcia desestimaba la demanda presentada por un letrado para que San Raimundo de Peñafort dejara de ser el Patrón del Colegio de Abogados de Murcia. El Tribunal alegó, en este caso, que “no se violaba la libertad religiosa de los abogados por este patronazgo.
El respeto a las tradiciones debe ser, como no podía ser de otra manera, la base de la convivencia en una sociedad que, como la ciudadrealeña, la castellano-manchega y la española siguen manteniendo vivas celebraciones como la Semana Santa, una celebración que debemos defender como una celebración religiosa fundamental para los creyentes y como un símbolo religioso que se ha convertido en un importantísimo patrimonio cultural en los pueblos de España que es preciso mantener y conservar.