Cada día que pasa cobra fuerza la inutilidad del preanuncio de Zapatero bajo la presión desafecta de los llamados barones, solos o en compañía de otros. U otras. Antes de resolver un problema ha creado otro mayor: la puesta en marcha de las tripas del PSOE para una buena o mala gestación.
Si la intención era descontaminar las elecciones municipales y autonómicas de la perniciosa influencia del todavía secretario general y presidente del Gobierno, se ha dado paso al monotema de un partido descabezado que busca un mejor candidato que cohabite con el actual líder, y la mejor forma de hacerlo: si con primarias a candidato o con un congreso abierto a secretario general-candidato como el que alumbró al hoy jubilado anticipadamente. Lo sorprendente es que haya habido quien relacionase la ausencia futura de Zapatero con un resultado autonómico mejor.
Con las hemerotecas a la vista, José Maria Barreda ha sido uno de los que más han maniobrado para que la marca ZP empezara a desdibujarse en el mismo aguarrás en que se diluye sottovoce, el logo del partido. Obviamente se trataba de un mero cálculo, salvo que el cálculo sea evitar la catástrofe, como el mismo Barreda dijo, dando por buena una derrota dulce, (de ahí su felicidad ante el anuncio del moribundo pero todavía vivo presidente-secretario general). Otra cosa desvela la inquietud de Barreda: que ha dejado de confiar en el criterio cirujano de los electores castellano-manchegos a la hora de votar.
En clave nacional, en clave regional, en sol o en fa, ¿cuál es la mejor afinada para las expectativas socialistas? Zapatero está y sigue en carne mortal: clave nacional. Y si no estuviera en carne mortal, ni siquiera en recuerdo o in memoriam, quedaría el candidato socialista regional tal cual con el bagaje de lo ocurrido durante estos cuatro años (o más) en la tierra que ha gobernado. Clave regional. Eso sí, sin las malas influencias y con el anagrama identitario disminuido en un discreto margen esquinero . Además se une ahora el declive andaluz, el peor rostro del poder ininterrumpido, que evoca sutilmente cosas de casa.
Cualquier melodía suena mal. Ése es el problema. El interés por el modo en que el PSOE resolverá la sucesión, quienes serán los actores principales y el nuevo dirigente que resulte de esta nueva etapa ha centrado el foco desviándolo de las elecciones mismas o presentando el extraño escenario de unas elecciones autonómicas a las que concurre un partido en crisis nacional. Los tiempos de las fidelidades hasta el final sólo perviven en la ficción de los cines y las novelas. Luego está la posibilidad por remota que sea del regreso de Bono. Un socialista muy conocido me dijo después del Congreso descontrolado que Bono “perdió por siete” que en el PSOE se hila muy bien en los momentos clave. Es de suponer que no se haya olvidado de coser. El mejor antídoto contra este vértigo prefabricado es aferrarse a la apabullante normalidad de las cosas. Y en democracia, más aún.