Con los políticos que padecemos es difícil discernir dónde acaba el mutismo y la discreción, y dónde empieza la pamplina, la cuchufleta y la tomadura de pelo. Pelín mendruguetes se creen que somos, porque de lo contrario deberíamos apuntar a otra posibilidad aún más espeluznante: que los tarugos sean precisamente nuestros prohombres de la cosa pública, y que crean que la mecánica democrática es una mujer que arregla democraticos. O que la práctica de la transparencia consista en fregar vasos.
Este menda se decanta, pues, por la tranquilizadora y estimulante probabilidad de que nos tomen por el pito del sereno. Porque ¿cómo, si no, puede el Gobierno regional afirmar sin que se le menee la nuez que continuará trabajando para que el Reino de Don Quijote siga siendo un proyecto de interés regional? ¿Cómo sigue empecinado en decir que ese aborto especulativo tiene aún alguna posibilidad de futuro, y qué ocurrencia es ésa de mandar ahora una preocupadísima carta a los inversores americanos, tres años después de que anunciaran su abandono?
Al parecer no basta con la prueba fehaciente de la declaración de concurso de acreedores del promotor y principal accionista, ni con el abandono del inversor. No. Aquí el gobierno sigue jugando con la opinión pública, dándole de una teta de plástico, engatusándole con la nana de la lechera. Atrapado en el cómico paripé de un perdedor de póker.
Ha sido ver llegar las elecciones y negarlo todo como el picaruelo del romance. El Gobierno regional niega cualquier vinculación económica con el proyecto de ocio y juego, pese a los dádivas crediticias otorgadas por la desaparecida CCM. ¿Hay experiencia más arrebatadora que sentir la caricia del viento mientras se huye? Si en algo son maestros consumados algunos políticos, es en la sabía y ancestral filosofía de la espantada. Capítulo uno del manual maquiavélico: magisterio en fugas dialécticas o cómo convertirse en un cagueta ejemplar. Ve a tu avío. Niégalo todo. Huye. Nunca mires atrás. No importa el lugar, lo importante es huir, que el lugar ya llegará por si solo.
Durante toda una década, el Reino de Don Quijote ha sido, junto al quebrado Aeropuerto de Ciudad Real, el proyecto estrella del discurso de uno u otro signo político en la provincia de Ciudad Real. Miles de páginas le fueron dedicadas. Llovieron loas, apoyos, promesas, garantías, sonrisas y compromisos. Por contraste, una vez consagrado el fiasco, imperan en Ciudad Real el silencio y la desinformación. También entre algunos medios de comunicación de la capital, que con este capítulo han vulnerado escandalosamente todos los principios de deontología periodística en aras de oscuros intereses políticos y empresariales.
¿Existen las cosas porque creemos en ellas, o creemos en ellas porque existen? En el caso de Reino de Don Quijote, debe de cumplirse la primera premisa. Lo malo es que esa fantasía nos ha dejado a todos con una desagradable sensación de vacío en los bolsillos… Y con la pose mamarracha de quienes, irremediablemente, estamos condenados a hacer el tordo. Per omnia saecula saeculorum. Amén.
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