Lejos de remitir, aumenta la presión atmosférica en ese “medio hostil” en el que se ha convertido el debate político provincial y regional. Dicen los ingenieros de la sociología que cuando los grupos sociales se dejan llevar por inercias indeseables es muy difícil pisar el freno y reconducir la situación. Es lo que está pasando, quizá de manera inevitable, en esta campaña electoral que nos ofrece la visión más lacerante, antipática, egoísta y mendaz de la conquista democrática por el poder. ¿Será necesario un cordón sanitario frente a las declaraciones políticas ponzoñosas?
Debiera ser al contrario, tras décadas de citas electorales… Pero por una razón u otra la lucha por el poder se ha convertido en una lucha a muerte… política, en la que el desafecto hacia el enemigo lo emponzoña todo. La última polémica a raíz de unas declaraciones del presidente de la Diputación, Nemesio de Lara (cuya premeditada ambigüedad o no, pertenecerá para siempre al terreno de su propia conciencia) ha llevado la dialéctica de campaña a un terreno pantanoso, aunque paradójicamente ese tipo de declaraciones perjudiquen más a quien las hace que al blanco contra el que van dirigidas.
Pese a las explicaciones reiteradas del número uno socialista a las autonómicas, sus precisiones y aclaraciones aludiendo al puesto de trabajo en la Diputación de la alcaldesa de Ciudad Real, Rosa Romero, no parecen ir en armonía con lo que dijo antes al referirse a “cosas que forman parte de la parte más íntima que Romero ha hecho a lo largo de su vida para alcanzar intereses personales […] y alcanzar en política los espacios que está ocupando”. Habló, pues de cargos y responsabilidades políticas, y no de un puesto más o menos regalado en la corporación provincial, práctica desgraciadamente habitual (aunque legal) de quienes gobiernan las instituciones. También la Diputación.
El fondo de la cuestión no es, pues, la desafortunada y fea declaración de De Lara sino el caldo de cultivo en el que, un día sí y otro también, se cuece la clase política ante el pasmo de los electores. Las declaraciones del presidente de la Diputación han venido precedidas de lamentables espectáculos en plenos municipales como el protagonizado la semana pasada en Ciudad Real por el director general de Presidencia de la Junta de Comunidades; de las lamentables bufonadas de los grupos parlamentarios en las Cortes regionales; o de las siempre ambiguas declaraciones en torno a presuntos casos de corrupción.
Obviamente los medios de comunicación, algunos actuando de parte, no contribuyen a amortiguar el mal ambiente, sino que lo potencian y, en cierto modo, jalean. Cabría plantearse, y así lo hace Miciudadreal.es, la posibilidad de enviar directamente a la papelera cuantas notas o comunicados de partidos que, en lugar de explicar su gestión o sus alternativas, se empecinen en este cainismo agotador. Teniendo en cuenta que los medios son los intermediarios de los odiosos mensajes que se mandan unos a otros, no estaría de más romper ese nudo de conexión, de modo que si los políticos/as quieren el destrozo moral del otro, que lo hagan a la cara o con sus propios medios. Quizá no sea descabellado tejer un cordón sanitario alrededor de este insoportable, insufrible, irrespirable e infame combate declarativo.