Ya no soporto volver a escuchar La chica de ayer en la radio, en esas radios impersonales que ponen una y otra vez las mismas canciones como en una cinta sin fin; me resulta de todo punto insoportable la voz sin alma de la máquina del surtidor cuando le echas gasolina; los programas basura de la tele, ya lo digo yo, están hechos por delincuentes habituales e individuas tóxicas: este año me he propuesto no volver a escuchar ni un solo suspiro de periodistas de trinchera que incitan a la violencia física; no soporto las mismas caras de las noticias ni los calendarios de desnudos, puaf, convertidos en recurso sin imaginación, con el único aliciente de verle el inicio del comienzo del bello púbico a la compañera o la raja del culo al compañero. No soporto ir al cine y ver un dédalo de cartelería en el que te dejas la piel buscando la peli que quieres ver ni los Macdonals atestados de menudillo. Que nadie miente el tabaco porque me pierdo, váyanse todos, fumadores y no fumadores a tomar por donde amarga el pepino. Ahora no me apetece ponerme argumentador del argumentario. Los bares ya no son bares, son pristinos lugares públicos por donde puede correr el bebé sin miedo a infectarse de mierda -de mediocridad es muy posible que esté hasta las cachas-. Ahora le toca también a los cristianos sufrir las iras de los integristas medievales, feos, desdentados y tontos; Irán saca pecho porque chincha rechincha que tengo todo el Golfo Pérsico a mi alcanceeeee. Desde lo cercano y vecino hasta lo remoto… el Planeta se calienta o se enfría según le frotemos el clítoris de las teorías de conveniencia. Y hoy los anacrónicos del Norte que vuelven con la vieja y falsa nuevanueva del hasta luego a las armas, no el adiós definitivo, con su capucha de kukusklán y su anagrama de bicha sobre hacha, un logo como ven muy constructivo…
Hoy me he levantado putrefacto y pesimista. Ni siquiera el concierto del Año Nuevo me calmó las pulsaciones de la decepción. Todo es un gigantesco basurero, impostado, falso, acartonado, hijo de puta… Y encima la crisis ésta que agrieta los antiguos rostros de la felicidad, de un bienestar hipócrita sobre un socialismo hipócrita de fincas, joyas y equinos y aviones y pelotazos, y morro, mucho morro sobre una adocenada provincia silente . Y lo que viene, la Margarita Tacher a la manchega. Joder, quién sabe, por probar… Hemos tenido lo que hemos querido, o sea lo que nos hemos merecido, el voto abducido y seducido por un gigantesco aparato de feria. De aquellos ojos entornados y sonrisa mefistófeles a esta mirada de águila conejera. Asusta el panorama, más que eso, peor que eso, provoca una invencible pereza intelectual. Me lo dijo un amigo mío: hermano, esto no es la Gran Decepción es la Gran Decadencia. Es lo que hay. ¿Y todo esto desde la línea de salida del año? Infeliz si crees en la felicidad. La única felicidad está dentro de cada cual. Tantos años de despropósito para llegar al punto de partida: Cristo es el único líder que no te falla. De modo que con esta certeza espiritual personal e intransferible, serena, sin apostolado, habrá que echarle huevos a este medio ambiente sssstupendo, ecologoide, lights y todo eso… Vivan los molinillos en el horizonte y las sartenes de plata en los valles, aleluya… Adiós a todo eso. Estoy decrépito, lo sé, lo asumo, pero no se fíen. Pertenezco a una generación que fumaba mucho en los bares y bebía más, que traducido en román paladino quiere decir que no nos tumba cualquiera, salvo el que puede, pero El al final nos tumba a todos. Si ha logrado sobrevivir a la tortura inhumana de las Navidades televisivas -hay otras Navidades mucho más aliviadoras- al jolgorio de la puta Lotería y al espectáculo de los irritantes noeles trepadores y se ha plantado hasta aquí, merece mi más profunda admiración. Es un superviviente, uno más. Y ya lo dijo aquel: el futuro siempre es de los supervivientes. No es la resaca de la cabeza es la resaca del exacto punto G del mismo colodrillo lo que me tiene soliviantado. Bufo. He dejado de fumar. Y tenía que decirlo.