En primer lugar queremos decir que este artículo en ningún momento pretende ir en contra de nadie en particular. Opinamos en defensa del ecosistema de Las Tablas, que hasta hace pocos años era singular y auténtico y estamos convencidos que con menos intervencionismo, nuestro Parque estaría mejor.
Sabemos que a lo largo de su historia siempre ha sido intervenido por el hombre (en simbiosis) pero nunca a esta escala actual (el 33% de la superficie).
Por nuestra parte lo tenemos claro: en nuestra corta vida como personas que pasamos sobre la Tierra, si la comparamos geológicamente con el ecosistema de las Tablas, vendría a ser como un segundo de nuestro tiempo, en el que ni los científicos ni nadie ha llegado a descifrar las relaciones, ni el idioma entre los seres vivos que actúan en la biocenosis de las Tablas. Y es por lo que no estamos de acuerdo con las actuaciones que cambian y someten al ecosistema, y así lo hemos hecho saber en el Patronato.
Las dos presas: la de Puente Navarro y la de Morenillo colmatan el vaso de las Tablas por sedimentación, cambiando por completo el ecosistema y su funcionamiento e imposibilitando que en este año de lluvia se lavasen de forma natural como ha sucedido en miles y miles de años atrás. Con estas y otra actuaciones se ha modificado lo que en su día se quería proteger.
Está claro que agua es igual a turismo, mucha agua = mucho turismo. Por su puesto personas no entendidas, atraídas por la publicidad, acuden en masa a ver nuestro Parque. ¿Es que la única solución para mantener Las Tablas es cambiar de “singular” a “temático”? Nosotros no queremos un Parque manejado y sometido a los caprichos de una dirección errónea, cambiando todo lo que se ha mantenido desde tiempos inmemoriales, ejemplo: plantando especies foráneas al ecosistema (adelfas en el centro de visitantes, romero en la ribera donde nunca había existido), en el centro de visitantes han puesto asfalto, como si fuese una autovía ¡qué es un parque nacional!
Un atentado para la singularidad de las Tablas ha sido cambiar las barcas tradicionales de madera por las de fibra. Y hablando de barcas se utiliza una a motor con cuchillas que cortan todas las plantas que quieren colonizar la parte de las Tablas que les corresponden, como debería ser un ecosistema dinámico y vivo.
En lo referente a cultura se actúa a troche y a moche, sin vacilación, ni permisos y sin dar marcha atrás. En la zona conocida como Calaminar de Zacatena, que es un yacimiento arqueológico incluido en la carta arqueológica de Daimiel, han entrado las máquinas para plantar encinas, rompiendo a su paso frescos, mosaicos, columnas, etc. De época romana, machacando un recurso cultural y económico en potencia para nuestros descendientes; al parecer las leyes están hechas para que la administración las incumpla y la gente de a pie las obedezca sin rechistar.
El paso histórico al molino de Molemocho ha sido cortado con una valla que produce un gran impacto visual y en lo referente a la restauración de las casillas de labranza que ha comprado el Parque jamás en la vida habían tenido ventanas; una casilla se componía de las paredes, el tejado, el tragaluz al este la chimenea al oeste y la puerta al sur, todo es así para darle a la estancia habitabilidad y regular la temperatura con los medios que se disponían. En la “restauración” le han puesto ventanas donde no existían. Miguel Fisac, nuestro afamado arquitecto daimieleño, pensaba que la arquitectura popular era la del sentido común.
Poco a poco en la modificación de esas pequeñas cosas, se esta trasformando un parque singular, en otro distinto, y es la obligación de la administración protegerlo con todos los elementos culturales; la riqueza que da la autenticidad de los valores reales y verdaderos, de la impronta dejada por nuestros antepasados y los seres vivos a lo largo del tiempo, que bajo la imposición de los elementos abióticos moldea el entorno y se hace imprescindible para la vida.