La deconstrucción de la Pandorga (2/3): El materialismo cultural de la fiesta

SEGUNDA PARTE. Tras la primera parte, publicada ayer, MICIUDADREAL.ES te ofrece la segunda parte de un reportaje triple sobre la Pandorga a cargo de Alberto Muñoz, ex presidente del Círculo de Bellas Artes de Ciudad Real. Se trata de un análisis alternativo a la versión oficial, una documentada deconstrucción de la fiesta ciudadrealeña con la que pretende aportar más elementos al debate ciudadano sobre los orígenes y justificación de la Pandorga. De aquí al sábado publicaremos las otras dos partes del estudio. [Este estudio fue publicado en el número 3 de la revista cultural Autopsia]

2.-El materialismo cultural en la historia de La Pandorga.
La invención de La Pandorga como tradición popular no es sino una expresión de ese espíritu mitómano del ciudadrealeño, que necesita de la ficción y del invento para sentir un mínimo de impulso que le permita actuar o simplemente para sentirse reconfortado. No en vano, es de La Mancha de donde Cervantes extrajo a un personaje que sólo fue capaz de pasar a la acción cuando tuvo la cabeza suficientemente llena de fantasías e irrealidades. Esa presencia constante de lo fabuloso se remite hasta el origen primitivo de la ciudad, época nebulosa y distante, cuyo vacío documental permite dar rienda suelta a la imaginación y la fábula 1. Es a ese primer momento al que debemos volver nuestra mirada si queremos comprender algunas de las tradiciones y costumbres que hemos heredado.

2.1.-La Pandorga como subproducto de la instrumentalización de la Virgen del Prado.

Antes que ciudad fue villa y antes aún aldea, la del Pozuelo Seco de Don Gil, en cuyo seno cuenta la leyenda, no la Historia, encontró acomodo su patrona la Virgen del Prado. La forma en que la Virgen se instaló para siempre en la mente de los habitantes ha sido igualmente motivo de controversia, generando durante algún tiempo dos corrientes diferentes, la de los aparicionistas apoyada, entre otros muchos por Fray Diego Jesús o Joaquín de la Jara; y la de los arribistas, defendida por primera vez por José Díaz Jurado. Es sin embargo interesante descubrir cómo tras ambas hipótesis existe un componente político común fundamental. El aparicionismo se justifica en la medida en que la época (siglo XI) y lugar de la “aparición” vienen a confirmar el deseo divino de recuperar estos territorios para la cristiandad, arrebatados a ratos por los musulmanes. En consecuencia las apariciones eran, en esta época, muy oportunas y siempre bienvenidas ya que insuflaban ánimo a una población atenazada, no ya sólo por plagas y sequías, sino además, por el invasor extranjero. Los arribistas, por su parte, defendían que era el Rey quien sutilmente hacía llegar una imagen a sitios medio poblados a fin de provocar tal entusiasmo popular que permitiera incrementar, a través de la fe y las peregrinaciones, la población en zonas fronterizas. “En el siglo XI el problema que más preocupaba al rey era estabilizar el territorio conquistado, en esto la divinidad jugaba un papel importante. El cristianismo estaba introducido y el culto a lo sagrado constituía un arma eficaz para luchar contra el infiel. Pozuelo Seco jugaba un papel importante ya que se encontraba en línea fronteriza, por esto interesaba que se hiciese lo más fuerte posible. Para ello Alfonso VI utilizó la devoción de unas pocas gentes, y así fortalecer la zona. Gracias al milagro de la aparición, muchas gentes venidas de diversos lugares se ubicaron en Pozuelo Seco. Volvió a repetirse el milagro: la Virgen no se podía mover de la encina en donde se posó, esto llegó a los oídos de muchas más personas que fueron a comprobar lo que decían, ‘in situ’. Así la población se hacía cada vez más fuerte y el lugar más seguro” 2.  Ya viniera por los aires o traída por algún oportuno emisario real, la Virgen cumplió un papel fundamental en una época crítica. Su presencia fue la argamasa que inculcó entre sus habitantes el sentimiento necesario de unidad, identidad y pertenencia a la hora de crear y consolidar, frente a un peligro externo e inconveniente, una nueva población.

Sin embargo, con el pasar del tiempo, las apariciones y/o devociones diversas tuvieron un efecto contrario, e ineficaz ya a los fines originales. En el siglo XIV aparece, en un “suburbio de la parroquia de Santiago” la imagen de Nuestra Señora de la Blanca, mientras que la Virgen de Alarcos 3, vinculada a la parroquia de San Pedro, aparecía alojada a su recién erigido santuario. A esta sobredimensionada concurrencia mariana, se une un conflicto que, siendo más terrenal que divino, casi acabó en cisma local, llegando incluso hasta el atrio de la Santa Sede 4. La controversia giraba en torno a la preeminencia de las parroquias, y a sobre cuál de ellas era más antigua, y por tanto acreedora de mayores privilegios y prebendas. Cada una adujo sus motivos y fundamentó con pruebas (inverosímiles y anacrónicas, muchas de ellas) su derecho a ostentar el título de parroquia prima. Durante los siglos que duró la contienda (acabó por fin en el siglo XIX) la Iglesia de Santa María (Catedral) lideró la contienda gracias al gran número de iniciativas promovidas por su propia clerecía y parroquia. Hervás y Buendía dice: “El extraordinario aumento de tablas y pinturas declaratorias de milagros, que motivó una fuerte y bien razonada reclamación de la clerecía de San Pedro, que veía en ello una trasgresión de las leyes disciplinarias de la Iglesia, muy especialmente de lo dispuesto por el Concilio de Trento, es un hecho interesante que viene a apreciar en justicia y señalar los móviles e intenciones, que dieron tan extraordinario incremento e influencia a estas preocupaciones” 5

Cabe pensar en la multitud de milagros que inventarían los habitantes de la parroquia de Santa María para legitimar de esta manera su preeminencia. Aparte de esta oportuna y pródiga milagrosidad, el templo en sí sufrió su consolidación definitiva durante los siglos XVI y XVII (en 1581 se cierra la bóveda, en 1619 se termina el Camarín, y en 1632 la Sacristía), cobrando, en este momento de rivalidad interparroquial, un protagonismo y notoriedad convenientes para la primacía perseguida. De todas estas interesadas iniciativas hay una que predomina sobre los demás y que va a dar origen a la construcción de la tradición en torno a la Virgen del Prado, titular de la parroquia, y frente a la cual la de San Pedro no podía, ni pudo, rivalizar. Se trata de la publicación en 1587 de la obra Relación e historia del aparecimiento de Nuestra Señora Santa María del Prado de esta ciudad de Ciudad Real escrita por el licenciado Juan de Mendoza y Porras. Es en ella donde por primera vez aparece la leyenda de la aparición de la Virgen en el prado del Pozuelo Seco de Don Gil. Al respecto, dice Delgado Merchán en 1907: “Las pretensiones del Clero de Santa María surgieron como por encanto de las regiones del olvido, rodeadas de todas las galas con que las revisten hasta entonces inmentadas tradiciones, recogidas por el Lic. Mendoza y Porras, o extractadas, en decir suyo, de antiguos papeles y pergaminos casi ilegibles por el tiempo y elevadas más tarde a la categoría de historia por el carmelita Fr. Diego de Jesús María” 6.  Y sobre el mismo asunto Hervás y Buendía recoge lo siguiente: “A principios del siglo XIX el abogado del Párroco de San Pedro en el famosísimo pleito de las dos iglesias decía con gran sentido crítico, raro en este país, que «La titulada Relación e historia…., escrita en 1587 … quinientos setenta y cuatro años después de cuando se dice fue la aparición… en el año 1013… fue una nube que empezó a relampaguear en la tempestad de las discordias que después se levantaron entre la Iglesias de Santa María y San Pedro». Razona después según los principios de la crítica acusándola de falsedad, y concluye notando los anacronismos y equivocaciones en que incurre.” 7

En definitiva era la parroquia de Santa María la que hospedaba a la patrona de la ciudad, y ante esta ventaja competitiva, cualquier otra parroquia habría visto, como así fue, estériles sus aspiraciones. El avezado lector quizás intuya que un reclamo más para inclinar la balanza a favor de la parroquia de Santa María hubiera sido crear una fiesta popular que, con ruido y jolgorio, atrajera aún más protagonismo a esta parroquia, a través de su patrona. Efectivamente tal como nos dice Hermengildo Gómez, citando a un cronista del siglo XVII: “La Pandorga es una antigualla que se conserva en esta ciudad desde principio del siglo XVI” 8.  Uno de los actos principales de la fiesta era la ofrenda a la Virgen por parte de gentes que venían de diversos lugares de la provincia. Esta peregrinación y estancia breve, ayudó a reforzar el carácter principal, no sólo de la parroquia sino de la propia ciudad como capital de La Mancha, activando así la función catalizadora de la Virgen que ya utilizara Alfonso VI cinco siglos antes. Recuérdese además que es en ese siglo cuando el conflicto interparroquial llega a su punto álgido, cuando el Templo catedralicio culmina su edificación principal, y cuando ve la luz la oportuna publicación del libro de Mendoza. No es difícil concluir, en consecuencia, que las denominadas por Delgado Merchán “inmentadas tradiciones” son además tradiciones inventadas, que no sólo, ni principalmente, sirvieron para canalizar la devoción popular, sino, muy principalmente, para materializar los intereses económicos y políticos de, como hemos visto, reyes y clérigos.

Notas al pie
1. Lo encontramos bien recogido por Don Luis Delgado Merchán en “Historia documentada de Ciudad Real de 1907”: “Mezcladas andan de ordinario, como es bien sabido, en los orígenes de los pueblos la fábula y la historia, lo real y lo maravillo, y aunque nacida Villa-Real en época relativamente madura, como lo era el siglo décimo tercio en su segunda mitad, bien puede afirmarse que no se sustrajo a esta especie de ley de naturaleza, que la llevó a quemar incienso en aras de su propia vanidad rodeando de sombras y misterios aquellos lugares que le sirvieron de cuna. No hay sino leer las pocas crónicas locales que han llegado hasta nosotros en lo relativo a los comienzos de Ciudad Real para convencerse de ello.”
2. Plaza Sánchez, J.: “Manifestación de fe alrededor de la Virgen del Prado”. Estudio etnológico. Ed. La Tribuna. 1997
3. Sánchez Lillo, J.: “Santa María de Alarcos”. Instituto de Estudios Manchegos. 1988.
4.  Hervas y Buendía, I.: “Diccionario histórico, geográfico, biográfico y bibliográfico de la provincia de Ciudad Real”. Imprenta Ramón Clemente. 1918
5. Hervas y Buendía, I. op.cit.
6. Delgado Merchán, L.: op.cit.
7. Hervas y Buendía, I. op.cit
8. Gómez Moreno, H.: “Santa María del Prado, Patrona y Fundadora de Ciudad Real”. Imprenta provincial de Ciudad Real. 1997

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