Hay dos formas de relanzar la imagen de un presidente del Gobierno: una, revistiendo de pomposa solemnidad cada uno de sus actos, como hace el gabinete de Zapatero, y otra, acercándolo a los ciudadanos, como hace el equipo de Obama.
Patético fue el vaticinio de Leire Pajín, cuando, con toda suntuosidad, al ocupar Zapatero la presidencia de turno del Consejo Europeo, dijo aquello de que, al coincidir con Obama, se produciría un acontecimiento planetario y, como mínimo hábil es que, para acercarse al pueblo, Obama haga lo mismo que los ciudadanos: pagando de su bolsillo, ir a tomarse una hamburguesa.
El acontecimiento planetario se ha visto reducido a dos llamadas telefónicas: la primera en mayo de este año, en la que Obama le dijo a Zapatero que España formaba parte de los países que debían adoptar reformas para estabilizar su economía; la segunda en junio, a modo de palmadita en la espalda, en la que le apoyó por adoptar medidas como rebajar el sueldo a los funcionarios y congelar las pensiones de los jubilados.
En vez de llamadas lo que a Zapatero le gustaría es, como el ruso Medvédev, aparecer en los medios comiéndose una hamburguesa junto al Presidente norteamericano, aunque, pensándolo bien, yo no sé si le convendría porque, mientras estuviera degustando aritos de cebolla, un cuarto de libra de carne con queso y unas patatas bañadas en salsa de tomate, se vería obligado a convencer a Obama de mentiras tan difíciles de creer como que España no ha quedado descolgada diplomáticamente de todas las áreas naturales de actuación internacional, o que España no está siendo objeto de pronósticos apocalípticos acerca de su solvencia financiera, o que la Unión Europea no está preparando un rescate de nuestro país, o que el Gobierno socialista de España inspira seguridad y certidumbre a los inversores extranjeros, o que, con la reforma laboral que ha realizado, el empleo tiene un futuro claro porque ha conseguido poner de acuerdo a todo el mundo. Además, tendría que justificarle porqué le dejó esperando en la tercera cumbre de la Alianza de Civilizaciones en Brasil.
Para no entrar en asuntos tan escabrosos, optaría por salirse por la tangente alabando la calidad de la hamburguesa, diciendo en un inglés aprendido para la ocasión: buena carne, buenos tomates, buena lechuga, buena cebolla y buenos pepinillos, y me imagino a Obama correspondiéndole, diciéndole: de todo esto también se produce en España y con excelente calidad, ¿no? Cuando se lo tradujesen, como sabe que por culpa de su gestión como Presidente de turno de la UE, al reabrir las negociaciones con Mercosur, en España el sector agroganadero posiblemente se terminará de hundir, para pasar el trago me lo imagino al más puro estilo Mr. Bean, haciéndose el despistado y mirando de un lado para otro chupando la pajita de su refresco.
Obama pensaría: ¡vaya un badulaque! Iba a dar lecciones de economía y le han terminado diciendo lo que tiene que hacer, iba a salvar a la Unión Europea de la crisis y ha provocado incertidumbre en la estabilidad del euro y, además, ¡vaya un inglés que tiene!