Los Mundiales, o mejor dicho los estadios donde se celebran son inmensas catedrales… o mezquitas, que no se ponga nadie nervioso. Son gigantescos púlpitos desde donde se propaga por todo el orbe que el hombre es un ser que se considera trascendente, que no todo sucede aquí abajo o cuanto sucede, a veces, es por ayudita del cielo.
¿Qué tiene que haber allí arriba que apenas tocan césped no son pocos los gladiators del siglo XXI los que lo miran, místicos, ellos, o se santiguan cuando marcan un gol o ponen las palmas de las manos en pose de ofrenda cuando el juego les es propicio. Los hay que hasta han rezado aprovechando el abrazo circular en el que se trenzan y no faltan tampoco las citas al mismo Dios. “Dios nunca descansa”, “Lo de Fabiano fue al brazo de Dios”. El propio Maradona no se recataba con su rosariete en la banda. Cabe por contabilizar si la cruz gana e la medialuna en esta fiesta espectacular, millonaria, masiva y laica del fútbol, mundial.