Menudo cisco se está armando. Abrió la lata Leandro Esteban en el pasado Pleno de las Cortes de Castilla-La Mancha (otra corrala aun peor). En él acuso a José Manuel Caballero de «amenazar a los medios de comunicación con retirar la publicidad de la Junta y de hacer cumplir esa amenaza«. En términos, ni más ni menos, que de «mafia«. Parece que después de tanto seguir la linde, ya vemos el mojón a lo lejos.
El popular citó a la revista Ecos, y en Ecos conocimos las represalias sufridas por esta publicación a raíz de algún que otro artículo crítico relacionado con el aval de 140 millones de euros para el aeropuerto de Ciudad Real. Mar G. Illán, directora de Ecos, señalaba a otro brazo ejecutor de la «camorra» política: Mercedes Pastor. En los últimos meses, a estas quejas también habría que sumar la de los compañeros de El Digital de Castilla-La Mancha. Aunque, eso sí, no de forma tan vehemente.
No está de más que la ciudadanía conozca lo que se cuece en las perolas del poder político. Sin embargo, me entristece sobremanera que las cosas no vayan más allá de una infantil pataleta, precisamente de aquellos que se quedan sin sopa boba, y del tímido repiqueteo de la indignación de boquilla del orbe periodístico regional. Nos ponemos en el pellejo ajeno, pero no hay solidaridad de verdad, no hay unión. No hay un compromiso firme con la profesión, con lo que significa, ni con los ciudadanos. Las asociaciones de trabajadores del mundo de la comunicación, que deberían liderar la rebelión de las redacciones puesto que son las que aglutinan a los profesionales fuera del ámbito laboral, lejos de combatir este sistema viciado, se encajan obscenamente en él.
La endogamia clientelar instaurada por el bonismo en nuestra comunidad autónoma nos ha convertido en seres serviles, indolentes y fácilmente manipulables. ABC puso en boca del delfín de Bono, en su intento de controlar las televisiones locales: “o se está con nosotros o vayan preparando vaselina”. Más franco no se puede ser.
El cuarto poder, nosotros que deberíamos alertar y defender a los ciudadanos de los abusos del poder político, nos hemos convertido en un instrumento más de su falaz maquinaria. Las administraciones no sólo amenazan con quitar publicidad a los medios, además dictan lo que se debe publicar o no, borran preguntas, amedrentan a anunciantes privados, vetan periodistas y un largo etcétera de maldades, de un calado tan profundo, que deberían hacernos reflexionar sobre a qué clase de personas entregamos el poder. Las buenas personas pueden errar, pero no cometen monstruosidades. Lo que ocurre con los medios de comunicación está más cerca del nazismo que de cualquier otra cosa que cada uno de nosotros podamos entender por democracia.
¿Es peor la Junta de Comunidades que los ayuntamientos, la Diputación y demás entes públicos o semipúblicos? ¡Puf!… Lo que es evidente, la principal diferencia entre unos y otros, es su capacidad presupuestaria. Si la Junta es peor, o puede llegar a ser peor, es porque tiene la hucha y el bote de vaselina más grandes.
Como perros peleando por los huesos
El episodio más reciente de esta putrefacta historia tiene que ver con las declaraciones de Alberto Martín-Toledano, denunciando el gasto publicitario «desproporcionado» en que incurre anualmente la Diputación. Lo que salta a la vista de esas cifras, y no es ninguna sorpresa, es que la mayor tajada caiga en manos del ámbito empresarial de Domingo Díaz de Mera. Sin embargo, esta mañana comprobamos con estupor cómo La Tribuna carga contra Lanza con inquina expresa y sin medias tintas. No sólo orienta la información de las declaraciones de Martín-Toledano hacia la crítica a la cabecera decana de la provincia, sino que además la complementa con un editorial titulado Desleal competencia.
Resumiendo, el diario de Méndez Pozo califica de aberración «el millón de euros que el diario Lanza costará este año a la Diputación, entre publicidad, gasto corriente e inversión en mejoras de las instalaciones». La Tribuna pone en tela de juicio los «objetivos de difusión y el rendimiento de la inversión» en Lanza, y opina que los fondos públicos que llegan a este medio suponen un «agravio de profundísimo calado respecto al sector privado de los medios de comunicación». El editorial dice hablar en nombre de empresa y trabajadores cuando recrimina al hado que Lanza se haya librado del contexto de la crisis y haya vivido ajeno a «los números rojos y a dolorosos despidos a través de expedientes de regulación de empleo». La Tribuna acusa al diario de la Diputación de desarrollar «una política de captación publicitaria absolutamente desleal que rompe el mercado y dificulta la supervivencia de los medios privados», en términos de «actitud comercial absolutamente caníbal».
«La deslealtad de la entidad pública que sostiene Lanza en el ámbito publicitario no sólo se limita a devaluar las tarifas hasta extremos inasumibles desde el sector privado, sino que además se apoya en algunas premisas que no son ciertas». Y aquí llega el enfrentamiento que mantienen estos dos diarios desde hace lustros: «Es irrefutable el hecho de que Lanza es el periódico más antiguo de la provincia, pero no puede demostrar que sea el diario provincial más leído en Ciudad Real; y mucho menos aún, el más vendido. […]No hay mejor notario para demostrar a lectores y clientes la tirada y la venta de ejemplares que la OJD».
En fin, espero que algún día La Tribuna consiga monopolizar el cariño y los favores de todas las administraciones públicas, y cobrarlos, si ése es su deseo. Méritos está haciendo. Y más allá de razones siempre económicas, de mercado, quedémonos con que en los últimos años el prestigio periodístico de la prensa diaria provincial se ha sostenido casi exclusivamente por Lanza. Curiosamente, el que más depende de lo público. Qué mundo éste en el que se pelea por los huesos y no por dar la mejor información, por llegar al tuétano de las cosas, por servir al ciudadano…
Ya termino
Estimados ciudadanos/lectores, ya ven que esto es una corrala inmunda, habitada por gente de la peor ralea, por chusma navajera y traicionera. Y ustedes están expuestos a todo eso: son objeto de continuas falsedades y manipulaciones. Los medios de comunicación, las empresas, están detrás de la carroña para alimentar sus maltrechas cuentas de resultados y los profesionales estamos desunidos, abatidos y derrotados, aplastados por todos y cada uno de los rodillos «mafiosos» que nos pasan por encima. Todo están sus manos. Son ustedes la última esperanza. Es muy fácil enterrar las libertades y los derechos ciudadanos bajo una montaña de mentiras. No compren prensa, apaguen la radio y la televisión y arranquen el cable de red. Salgan a la calle, griten, salten, móntenla, líenla parda. De ninguna otra manera las cosas podrán cambiar. Y háganlo ya porque pasado mañana nadie se acordará de nada.
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