A vueltas con la libertad religiosa por el pañuelo de una niña, que supuestamente, de forma voluntaria ha decidido ponerse y se considera una identificación religiosa prohibida en algún centro escolar. Esta situación, que no debería pasar de ser una anécdota en la forma de vestir de la niña, dar píe a un escándalo mayúsculo por la simbología religiosa. Y, urgente, tenemos que legislar.
Me planteo si sólo son problemas las creencias y manifestaciones de los demás, o quizá es que no es distintivo religioso que en la clase esté colgado un crucifico, signo inconfundible de la religión católica; tampoco lo es en la primera comunión a los niños y niñas se las vista de marineros y princesitas para la ocasión, clara muestra de un sacramento de la religión católica; no lo es que el calendario escolar vaya en función de las festividades o conmemoraciones religiosas; o qué las alumnas o alumnos que lo desean llevan colgado al cuello una medalla o crucifijo. O que los curas o monjas vayan con sus hábitos tradicionales en el colegio donde los haya.
Fuera de la comunidad escolar, en la esfera social o política, seguimos con la libertad religiosa de un país constitucionalmente reconocido como aconfesional, como ejemplos valgan que en el juramento –o promesa- de cargos políticos se haga ante el crucifijo; que los funerales de fallecidos por atentados, actos de servicio o similar, funerales de estado, se hagan con celebración de misa católica y toda su simbología; que las festividades del calendario vayan alrededor de la religión católica –navidad, semana santa, fiestas patronales-; la retransmisión sistemática en la televisión pública de misa los días de precepto; por no hablar de la aportación económica del estado a la iglesia católica revisados y en alza, los acuerdos con la santa sede y la participación en la vida pública de ésta como habitual.
Pero todos estos eventos, celebraciones y muestras públicas de la practica de una religión concreta no ha sido problema hasta que una persona, o colectivo, que practican otra religión quiere hacer también muestras públicas de la misma. Parece incongruente y una salida de tono crear debate político y social con este tema 32 años después de ser un país aconfesional. No lo es menos que nos planteemos su hay que legislar con la precaución de si habrá que ser exhaustivos o moderados en la aplicación de normas para conseguir un estado laico. Apliquemos la constitución española de 1978, simplemente. A propósito, que el gobierno se posicione en la condena a la iglesia católica por la actitud delictiva de pederastia reiterada que está saliendo a la luz.