El Círculo de Bellas Artes de Ciudad Real que parece ser único ojo vigilante del Patrimonio Arquitectónico Cultural de Ciudad Real ha vuelto a encender la linterna y dirigido el haz de luz hacia un edificio de la calle Calatrava, número 4, ya reconocido como tal en el actual Plan de Urbanismo de la capital. Lo ha hecho con tiempo y de la forma impecablemente documentada que caracteriza al Círculo para que luego los responsables políticos no se anden con subterfugios y silencios absurdos, como ocurrió con el Palacete de la Cruz Roja, salvado por la campana, cuando ya estaba siendo destejado. La labor del Círculo que dio la voz de alarma junto a los responsables de Restaura Manzanares que levantaron teléfonos y los ciudadanos que atendieron el SOS cívico y civil de ambas asociaciones detuvieron la pala in extremis, mientras Junta y Ayuntamiento miraban para Sierra Morena.
Ahora le toca el turno a otra, aunque modesta, joya arquitectónica de la ciudad, de ésas que van sumando valor a medida que pasan los años y las calles se desnaturalizan y se homogeneizan en una edificación clónica, producto de la voracidad constructora. Que el ladrillo esté jugando al mus con el adobe a ver si escampa puede ser una garantía de supervivencia del edificio de la Calle Calatrava, pero no está de más que los poderes públicos vayan tomando nota, no sólo de la iniciativa del Círculo de Bellas Artes para que el Gobierno regional inicie expediente de declaración BIC del citado inmueble, que también, sino para que cumplan con la legislación vigente. Resultaría chocante, aunque en realidad no es demasiado extraño, que cuando se tiene la mano facilona para arrimar millones de euros a otras cuestiones, se hurte a la ciudadanía y a las generaciones venideras del derecho que le asiste a disfrutar del Patrimonio Cultural en cualquiera de sus manifestaciones. Y que una vez actuado como corresponde en un Estado de Derecho, no se limite a declararlo BIC, como mera estrategia para dar la sensación de que se hacen bien las cosas, sino aplicando políticas concretas y activas que den a los edificios patrimonio la función social que mejor se avenga. No vaya a pasar lo que con el Palacete de la Cruz Roja que sigue ahí, medio abandonado y medio olvidado, sin que los responsables se muestren tan diligentes en su restauración y uso como hacen con otras cosas.