El pasado jueves el espacio libre de la CNT recibió abarrotado a Carlos Taibo, escritor, editor y profesor Titular de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Autónoma de Madrid. [Texto: Lorenzo Flores. Vídeo: C. Otto]
El objetivo del profesor Taibo era acercar a todos los presentes al término decrecimiento un movimiento de movimientos, nacido en Francia y relativamente nuevo en nuestro país, que basa sus posiciones centrales en la crítica al crecimiento económico como motor del progreso y del bienestar social.
En primer lugar, Carlos Taibo quiso dejar claros varios aspectos fundamentales para entender en qué consiste el decrecimiento. Matizó que el decrecimiento era fundamentalmente un movimiento anticapitalista, y recordó que en el siglo XXI cualquier propuesta anticapitalista ha de ser antipatriarcal, decrecimentalista y autogestionaria Asimismo, destacó que cuando se habla de la necesidad de decrecer no se está refiriendo ni al Tercer Mundo ni a los pobres del Norte, aunque los primeros deberían tomar nota de los errores en los que han incurrido los países desarrollados.
El profesor Taibo explicó después las consecuencias que ha acarreado el crecimiento continuo en nuestras sociedades, como la disminución de la cohesión social, los irreversibles daños que se ha provocado al planeta, el agotamiento de los recursos naturales, el expolio de los recursos humanos y naturales a los países pobres y la imposición de un modo de vida esclavo que supone el aumento continuo de las horas de trabajo para obtener más bienes y aumentar el consumo. En este último punto se detuvo para explicar que excepto en los estadios iniciales del desarrollo (cuando el dinero es necesario para cubrir las necesidades básicas), el desarrollo consumista es indicativo de infelicidad.
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Según explicó, las razones por las que se impone una nueva manera de relacionarse con el mundo, esto es el decrecimiento, se debe a que no puede haber un crecimiento ilimitado en un planeta con recursos limitados. Además las propuestas que se están dando desde los gobiernos del mundo, como el protocolo de Kioto, tan sólo han hecho reducir de forma mínima la velocidad con la que nos acercamos al colapso, pero en manera alguna han modificado el rumbo, cosa que si pretende el decrecimiento. En este proceso que plantea el decrecimiento es importante saber que será necesario ir en contra los intereses de algunas minorías (banca, grandes multinacionales) en favor de la gran mayoría de la población. Y las soluciones deberíam aplicarse cuanto antes ya que explicó que el proceso que hemos desencadenado se trata de una progresión exponencial que comienza con pocos signos pero que en poco tiempo se hace un problema muy grande.
Explicó al menos seis propuestas claras que pone sobre la mesa el decrecimiento, la primacía de la vida social frente a la individualidad, la vuelta al ocio creativo frente al ocio consumista, el reparto del trabajo, la reducción del tamaño de determinadas industrias (la industria militar, automovilística, transportes, aeronáutica, construcción) y su reconversión en sectores que cubran las necesidades humanas, la vuelta a lo local frente a lo global y por último en la esfera personal la apuesta por la sencillez y austeridad voluntaria.
Consciente de que muchos de los planteamientos expuestos pueden ser considerados como utópicos, aclaró que la clase política que sólo ve a cuatro años vista es mucho más utópica que lo que se propone y además añadió varios ejemplos en los que se daban algunas de las propuestas como son la economía sostenible de los cuidados que las mujeres de todo el mundo conocen muy bien, en la solidaridad y gratuidad que se vive en la familia o la actitud de pueblos que llamamos primitivos y que viven y vivierón en armonía con el medio ambiente.
Se mostró conocedor de los problemas que un programa político de estas carácteristicas tendría al colisionar directamente con los intereses de las grandes empresas e incluso con el sindicalismo clásico. Recordó que es muy posible que si no se producen estos cambios los principales centros de poder político y económico, claramente conscientes de la escasez que se avecina, se mostrarán firmemente decididos a defender una suerte de darwinismo social militarizado encaminado a preservar para una estricta minoría los limitados recursos que se hallan a nuestra disposición.
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