La incorporación forzada al mercado laboral o el nuevo reparto de las tareas asociadas al hogar y al cuidado de los menores, son dos de las consecuencias que el área laboral del Centro de Mujer ha constatado, desde una perspectiva de género, en este periodo de crisis económica. En este análisis, su responsable, Sara Astillero apuntaba que la pérdida masiva de empleos en sectores altamente masculinizados como la construcción ha empujado a mujeres de edades centrales, con cargas familiares y sin perspectivas de dar este paso a buscar trabajo. Así, “por primera vez en muchas familias son las mujeres las que están sosteniendo la economía, al encontrarse el hombre en paro y sin salida laboral inmediata”.
Esta circunstancia provoca, en palabras de Astillero, fenómenos sociológicos de múltiples efectos: desde un empobrecimiento de las ya de por sí mejorables condiciones de trabajo de la mujer, hasta el surgimiento de nuevos problemas en la siempre complicada conciliación familiar. En este punto, la técnica de Mujer señalaba los problemas psicológicos que se le plantean a los hombres que no están acostumbrados a asumir el rol de “ama de casa”.Cambio de chip que de no llegar a producirse, “carga aún más la doble o triple jornada de las mujeres con las consecuencias lógicas para su salud física y mental”.
Desde el punto vista estrictamente laboral, y en base a diferentes estudios de sindicatos, Astillero reseñaba que también se está poniendo de manifiesto la invisibilidad de la precariedad del empleo femenino. Mientras los hombres forman parte de las estadísticas de contratos suspendidos vía expedientes de regulación de empleo, las mujeres son expulsadas directamente del mercado laboral por el mayor porcentaje de empleo parcial que representan. Además, -continuaba- la destrucción en el sector servicios, prioritariamente femenino, conllevará una recuperación más tardía para las mujeres hasta que no mejore el consumo.