Con esta lapidaria frase que utilizo como título de este escrito, la vicepresidenta Fernández de la Vega daba por zanjada la conversación que mantenía con el presidente Zapatero. Esa conversación se produjo sobre las tablas del Teatro Quijano de Ciudad Real y los asistentes al pregón de carnaval que protagonizaron “Los Clones” de Intereconomía no teníamos claro si los personajes que veían nuestros ojos eran actores o si más bien se trataba del mismísimo Presidente del Gobierno que, una vez más, era incapaz de dar con la receta para la crisis.
De vuelta a la realidad y con una tasa de desempleo que duplica la media de la Unión Europea, con una economía en recesión que nos convierte en el único país del G20 que no ha experimentado cierta expansión de su economía durante el cuarto trimestre de 2009, con un gasto público disparado que arroja un déficit del 11,4 % y lo convierte en uno de los más altos de la Unión Europea y que no ha servido para crear empleo, sino para consumir la financiación que pudiera haber llegado a las empresas y a las familias, con este panorama desolador, nuestro preclaro presidente ofrece un pacto. Nos queda la duda de saber si ese pacto es para salvar a España o para salvarlo a él. Zapatero y los suyos han pasado del “no estamos en crisis” al “ya estamos saliendo de la crisis”, sin solución de continuidad y sin nada en medio, y ahora se descuelgan con un gran pacto de Estado y ¡ay de aquél que no lo apoye!, porque ese será un antipatriota y una mala persona.
Pues mire usted señor presidente, después de haber llevado a España a la situación en la que se encuentra, después de no haber adoptado medidas a tiempo, después de haber rechazado en su día un acuerdo con el PP sobre la receta que necesita España porque dijo que “la economía no se pacta porque es una cuestión ideológica” y por ende haber llevado a la práctica sus erráticas medidas que han agravado la posición de la economía española, después de todo eso, usted propone un pacto.
Desde el Partido Popular pensamos que el acuerdo por el acuerdo no vale para nada porque tenemos la obligación de plantear una alternativa. De lo contrario nos hundiríamos todos en el mismo barco. Seguiremos ofreciendo alternativas serias, eficaces y contrastadas y si el presidente Zapatero no quiere o no puede llevarlas a cabo, lo más honroso sería que convocara elecciones generales y que los ciudadanos decidan.
Si Zapatero persevera en sus errores y sigue sin dejarse aconsejar, hasta su clon, el que vimos en el Quijano, sería mejor presidente que él.