Los actuales inquilinos tienen entre 70 y 85 años. Son autónomos, explica Teresa Constanza, gobernanta de la vivienda. Disfrutan de libertad para entrar y salir. Sin embargo, deben respetar los horarios de almuerzo, cena y desayuno. Por lo demás, no deben preocuparse.
Según explican, “es un recurso muy cercano al ciudadano, además es como su propia casa, la diferencia estriba en que se lo dan todo hecho y los usuarios comparten techo”. Además, la ubicación de la vivienda está en un punto donde muy céntrico donde prácticamente confluyen recursos sociales, sanitarios, especializados destinados a este colectivo.
El piso cuenta con dos habitaciones compartidas y una individual. Son 110 metros cuadrados por lo que el espacio no es un gran problema. Además, los usuarios tienen su llave y, en consecuencia, su propia independencia.
Desde que se fundara el Piso Tutelado de Mayores en 1993 la cifra podría llegar a la treintena de personas que han pasado por la instalación. Es un centro de alojamiento y convivencia integrado en un entorno comunitario. La continuidad depende, entre otros factores, del nivel de dependencia. Una vez perdida la autonomía persona, cuando el mayor presente grados de dependencia que impida su permanencia en la vivienda deberá garantizarse mediante el traslado al recurso específico más adecuado. Además, asegura Ruiz, “está perfectamente estipulado y coordinado”.
El coste es el 60 por ciento de sus recursos económicos. Actualmente hay dos personas en lista de espera. No obstante, del año 2006 hacia atrás había menos demanda. Ahora parece que aumenta el interés, Ruiz entiende que puede deberse por el boca a boca, por la falta de plazas en las residencias y por la libertad.