Y así seguiremos, enredados, ahorcados en un infernal diábolo consumista en el interior de esta bola loca, pendientes de lo que Simón dice y esclavos de la rueda de la moda; buscando ese anillo de poder sin otra mira que encontrarlo y destruirlo en el destino (futuro u orográfico), armados con una varita del señor Potter que, por más que se menee (¡Magia Borrás!) , no dispara hechizos, ni sortilegios, a lo sumo un chorretón de agua tibia y sobona.
La humanidad es ya una cuestión trivial. Lo que nos acompleja es el pony de cuatro ruedas, que siempre resulta ser pequeño. Ni que se llevara en la entrepierna. Corremos teledirigidos al son de melodías repetitivas de un Casio hueco, lamentando no tener Nintendo propia, porque siempre es DS de allí. Y acabamos votando por inercia, como una pelota que rebota cada vez con menos fuerza. Con supuestas firmes convicciones y en realidad sin saber qué cojones es un Gormiti, y sin distinguir entre un pokemon, un furby o un roboraptor.
Sin embargo, he pensado que no es el momento de encabronamientos. Siempre, y ahora quizá con mayor razón, hay cosas más importantes. Prefiero valerme de este preciado espacio del que la providencia provee y aprovechar la privilegiada atención que me regale cada lector, aunque de uno sólo fuere, para recordar que hay muchas personas que, en estos días de forzada felicidad, no han recibido más presente que la fiel compañía de la pertinaz y obstinada soledad.
Apelo, aquí y ahora, a los samaritanos de la alegría, aquellos que enarbolan con fuerza y orgullo cada sonrisa, para que intercedan por las víctimas del infortunio.
Puede que no sepas de qué demonios hablo. En tal caso, presta atención: si tu corazón retumba en cada latido, hasta casi reventar, golpeado por un impetuoso torrente de sangre fresca y joven que reverbera en los ventrículos; si marcas de continuo con los nudillos el compás de tu vida; si en tu retina permanece imborrable lo que los ojos de otros no quieren ver; si caminas con el alma desabrochada, la humildad a cubierto y con las manos limpias y dispuestas a emprender; si tus labios siempre empujan hacia arriba y la sal de tus lágrimas ilumina tu sonrisa; si arrimas el hombro sin que nadie te lo pida; si tu fortaleza no necesita de enemigos para hacerse notar; si tu espíritu multiplica la esperanza y tus sueños ceden el paso con disciplina marcial, entonces formas parte de una selecta secta de elegidos. Sólo es una filosofía de vida; una forma, bastante práctica, de encarar lo que venga, que no garantiza la felicidad pero, probablemente, alargue la vida… Y te necesitamos tanto… ¡Salud!