Mi caso llegó hasta el profesor Perhaps un antropólogo multidisciplinar que no dudó en recurrir a los servicios de este modesto servidor de los malheridos y de ustedes para tratar de neutralizar al conde Cópula, un vampiro horripilante pese a su aspecto de galán impenitente, de cuatro colmillos, repudiado por los de su propia estirpe, malhechor, comelobos, pendenciero, parrandero y demás calificativos, inmoral, seductor y musulmán, que era inmune a toda la parafernalia antivampírica tan presente en el imaginario popular como cruces, ajos, luz del día, espejos y todo eso. Nada, nada de eso, absolutamente nada.
La primera vez que salimos a husmear por la noche londinense, por los puertos tenebrosos del oscuro Támesis, de garito en garito, de tugurio en tugurio, lo mejor de cada casa andaba por allí. Pero no crean que todo era lumpen, marginalidad, delincuencia y hampa. No, no, también pasamos por algún que otro club de la gente bien donde comprobé que entre tanta gente bien andaban a sus anchas aduladores, especuladores, ambiciosos, delincuentes de perfume caro y guante de seda , algunos adscritos a alguna bandería política de uno u otro signo, bien mezcladito entre la clase con clase… Mala gente, demasiada, entre la gente bien, que no es lo mismo que la gente de bien… Pero esto no es lo interesante, por ahora.
Cuando llegamos al Caballo Cuerdo, un local que casi se abría a las aguas del río, del que estaba separado apenas por un malecón sucio y maloliente, en parte de madera vieja carcomida por el verdín, vimos a Lobato, el contacto de Perhaps. Andaba ya con varias pintas en su cuerpo, balbuceando apenas, entre la media cogorza y con el habla ininteligible del desdentado. Hola, Lobato, ¿todo bien?, dijo el señor Perhaps. Perpecto, peñor Perhaps. La primera impresión que recibí de ese sujeto fue que Lobato, era un pobre diablo, un don nadie, un ser sin dignidad, alucinado, sin pegada, ni mordisco, tan ridículo en su aspecto normal que en su metamorfosis lobezna que se atenuaba a cada luna llena. Imagínense a un hombre lobo, rugiente y maligno sin un mal diente en las mandíbulas. Antes era muy peligroso pero después de la extracción masiva a cambio de perdonarle la vida para que fuera soplando –pintas y cosas a la policía, y al señor Perhaps- Lobato de lobo tenía poco y de loba ná. Je, je, je. Oh perdonen, perdonen, sé que es estúpido reírse uno de sus propios chistes, sobre todo sin son malos, pero es qué.. Je, je, je…
¿Hay algo que echarse a la boca, amigo? Le interrogó el señor Perhpas. Opa pinta, por pavor.¿Por pavor?, pregunté yo, extrañado. Walpole se rió. Así, ji, ji, ji… ¿lo captan? Ji, ji, ji, No es lo mismo que je, je, je… Oh, cómo me enervo. Sí, si, por pavor, por pavor. Póngale otra pinta, por favor. En el Red Eye, hay juerga, pujeres y cerveza, señor Perhaps. He oído que haprá un ritual extraño. Bien, Lobato.
Antes de irnos nos tomamos unas cuantas rondas, pagaba la casa, quiero decir, el señor Perhaps, bueno, en realidad Walpole, porque el señor Perhaps despreciaba el dinero y decía que la mejor manera de despreciarlo era no hacer cuentas de él. Cuando salimos del Caballo Cuerdo, las pintas iban derechitas del estómago a la cabeza pero no perdimos el sentido de la realidad.
Vayamos al Reg Eye, dijo el señor Perhaps.
Y allí nos dirijimos. Y empezó el baile…