Lo que hizo el 50,6 por ciento de la sociedad catalana restante es un misterio, aunque cada quién se busco su justificación, entre ellos los de ERC que lo que quieren es la Constitución Catalana de la Republica Independiente de Cataluña, al menos no engañan, y por eso engrosaron los votos del PP que también dijo no y dos huevos duros: recurrió el Estatut.
La pregunta es ¿si se jugaba tanto en el envite que demonios hacía la gente en la playa en lugar de respaldar el ego colectivo de la catalanidad y con ello, la gestión de casi todo, como un paso más hacia la dignidad completa? Porque habla el editorial de dignidad, cual si el resto de España considerara indigna a la sociedad catalana o como si un fallo adverso del TC en el sentido de no admitir el Estatut tal y como salió de las Cortes Generales y refrendo el 36 por ciento los condenara a la indignidad. Si se retoca algo, dice el editorial, “la solidaridad catalana volverá a articular la legítima respuesta de una sociedad responsable”. A ver si es verdad, y acude en masa masiva a dar una “respuesta responsable” si se produce el veredicto no deseado. Porque según la Historia: es la única manera de nacer como Estado: con la sociedad, detrás, toda o casi, no en las manis cuyas cabezas se cuentan a bulto sino en las urnas que se recuentan minuciosamente.
Quienes piensan que el nacionalismo es tanto un modus vivendi como un modus operandi, pueden llevar al menos el 36,5 por ciento de razón dado que en los territorios históricos y nacionalistas la sociedad no acaba de decantarse de una puñetera vez y con claridad hacia un lado u otro, incluso, cuando se la convoca. Y como ya han pasado casi tantos años de democracia como de dictadura (ya sólo nos quedan diez años para amortizarla) no creo que los esquemas se descuajaringuen por el órdago españolista a acordar un referéndum pero para la independencia, si o no. Con todas las cartas boca arriba. Sin trampas ni cartón. Y a apechugar.