Un 36,5 por ciento de responsabilidad

He leído el editorial conjunto catalanista. Los editoriales al alimón siempre nacen de los momentos históricamente excepcionales. Muy bien. Están en su derecho, periódicos, radios y televisiones catalanas o catalanistas. Libertad de expresión. Lo que ocurre es que la excepcionalidad del momento histórico sólo se manifiesta en Cataluña, y a saber si en toda la sociedad catalana. Desde luego los ciudadanos de Trujillo no creo que estén con el alma en un puño ante la que se avecina si el TC dice pero me cambia usted esto y aquello para que la cosa sea más constitucional.
A estas alturas ya, a uno le apetece que llegue a La Moncloa un político que desate el nudo por las bravas y acepte el envite: que los catalanes voten sí o no, pero no a un Estatut que al fin y al cabo es un estatuto más, por muchas florituras identitarias y de autogestión que regule, sino a la independencia pura y dura. Eso sí, en total libertad de expresión y de movimiento tanto para los independentistas como para los unionistas  para poner en conocimiento de todos los ciudadanos catalanes las ventajas y desventajas y las consecuencias buenas y malas, para la sociedad catalana no para los partidos políticos, de una decisión u otra, mostrando un escenario lo más exacto posible de todas las variables. Y si hay que reinventar esta sufrida España, pues se reinventa. El editorial de los colegas catalanes hace mención en varias ocasiones al apoyo social del referéndum, talón de Aquiles en la férrea maquinaria partidista. La participación no llego a la mitad del censo, el 49,4 por ciento, y el numero de síes al nuevo Estatut fue respaldado por el 36,5 por ciento del total del censo electoral.

Lo que hizo el 50,6 por ciento de la sociedad catalana restante es un misterio, aunque cada quién se busco su justificación, entre ellos los de ERC que lo que quieren es la Constitución Catalana de la Republica Independiente de Cataluña, al menos no engañan, y por eso engrosaron los votos del PP que también dijo no y dos huevos duros: recurrió el Estatut.

La pregunta es ¿si se jugaba tanto en el envite que demonios hacía la gente en la playa en lugar de respaldar el ego colectivo de la catalanidad y con ello, la gestión de casi todo, como un paso más hacia la dignidad completa? Porque habla el editorial de dignidad, cual si el resto de España considerara indigna a la sociedad catalana o como si un fallo adverso del TC en el sentido de no admitir el Estatut tal y como salió de las Cortes Generales y refrendo el 36 por ciento los condenara a la indignidad. Si se retoca algo, dice el editorial, “la solidaridad catalana volverá a articular la legítima respuesta de una sociedad responsable”. A ver si es verdad, y acude en masa masiva a dar una “respuesta responsable” si se produce el veredicto no deseado. Porque según la Historia: es la única manera de nacer como Estado: con la sociedad, detrás, toda o casi, no en las manis cuyas cabezas se cuentan a bulto sino en las urnas que se recuentan minuciosamente.

Quienes piensan que el nacionalismo es tanto un modus vivendi como un modus operandi, pueden llevar al menos el 36,5 por ciento de razón dado que en los territorios históricos y nacionalistas la sociedad no acaba de decantarse de una puñetera vez y con claridad hacia un lado u otro, incluso, cuando se la convoca. Y como ya han pasado casi tantos años de democracia como de dictadura (ya sólo nos quedan diez años para amortizarla) no creo que los esquemas se descuajaringuen por el órdago españolista a acordar un referéndum pero para  la independencia, si o no. Con todas las cartas boca arriba. Sin trampas ni cartón. Y a apechugar.

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