La casa era un piso grande lleno de cosas con un salón imponente tomado literalmente por una biblioteca que reptaba por las cuatro paredes y se alzaba desde el suelo al techo. Había en el suelo una alfombra de un oso polar disecado, tal y como hemos visto en las películas y en los tebeos, pero en lugar de las fauces abiertas como una sima, tenía la boca cerrada, sonriente y guiñaba un ojo. También había sobre una mesa un globo terráqueo que tenia hielo real en los polos, no sé, un invento de un conocido suyo. Para que la Antártida no se derritiera el agua goteaba hacia un conducto que la devolvía a su sitio heladita y azulona, una preciosidad. Bien, Antonio, nos enfrentamos a algo completamente diferente a cualquier otro peligro real y de este mundo, me dijo. Yo le conteste, estaba seguro de que me iba a decir eso, y el señor Perhaps me dijo, no lo tome a broma, señor vampirito del pueblo porque le estoy hablando en serio. Se trata del Conde Cópula. Pues ya me dirá usted que va hacer un vampiro de Alamillo, el hijo de la Wencelaa y Antonio El Sordo, frente a esa gárgola horripilante. De cuatro colmillos, ji, ji, ji. Bueno no hace falta que les diga quien dijo esto. No tengo la menor idea de cómo encauzar la situación, de lo único que estoy seguro es que al Conde Cópula sólo se podrá domeñar con un vampiro bueno, con un antivampiro. Como usted, ji, ji., ji, tercio el seboso de Walpole señalándome con el dedo y tapándose con la otra mano su ridícula boca de labios como fideos. Ah, se me olvidaba, tenia un rizo que le caía sobre la frente. Eso era lo más insoportable, sobre todo cuando se lo colocaba con ridícula parsimonia que era siempre en los momentos en que no se reía. Para más claridad, estaba constantemente tocándose el ricito.
Atardecía, amigos míos, y una luz cenicienta, la luz de Londres le daba a la estancia un aspecto siniestramente plateado. Walpole encendió la luz. Ji, ji, ji. Estuve a punto de saltar como un lobo. Bien, esta noche iremos a husmear por ahí. Hay luna llena. Es posible que tengamos suerte. La luna llena es para los hombres lobo, señor Perhaps, tengo entendido. El conde Cópula además de muchachuelas sale a cazar hombres lobo. Son su tapa favorita antes de entrar a la erótica del mordisco.
Santo Dios, exclame. Ji, ji, ji. Tengo un hombre lobo confidente que acecha por el Támesis en noches como ésta. Pero es inofensivo, lo capturaron y le perdonaron la vida a cambio de delatar a los de su especie. Eso sí, antes le extrajeron diente por diente para evitar tentaciones. Quedan unos ocho o nueve. La policía me debe el favor de haberles llevado hasta la guarida de unos cuantos. Los demás se los ha machacado el Conde Cópula.
Anocheció y salimos. Lo recuerdo bien, pese a los años. Había niebla flotandera que se movía sinuosamente en círculos sobre los haces de luz de las farolas, todo muy propio. Y allá que fuimos, el doctor Perhaps, su ayudante Walpole y el hijo de la Wenceslaa y Antonio El Sordo. Pero otro día les sigo contando cosas porque la primera noche… joder, la primera noche.