El viernes se dio un caso de agresión por parte de un alumno a un profesor en un instituto de Ciudad Real. Sosegadamente pensamos antes de entrar en la iracunda defensa de la autoridad y así, sosegadamente, entramos en la defensa de la autoridad democrática-docente. Los continuos vaivenes de leyes que parece más partidistas que estatales, la falta de consenso, la proliferación de normas en los últimos 20 años años, funde y confunde al colectivo escolar en un remolino peor que lo de la CCM. No se trata de dotar al profesor de la palmeta y el bofetón, pero sí crear un estado de opinión proclive al respeto, simplemente. Y más, respeto al que nos enseña. Dicen que la escuela es el reflejo de la sociedad.
Pues no debe serlo, si la sociedad es un escenario laxo en responsabilidades, la escuela debe ser un hito, una isla, de la que salgan reformadores. Y todo con la colaboración de los padres, que tristemente, suelen ser más cómplices de sus hijos que de los profes. Ha sido un caso asilado en Ciudad Real, pero es un buen momento para preguntar qué está pasando, y sobre todo qué está fallando.