Ya se ha registrado algún accidente grave, con resultado de muerte, incluso, por las alocadas bicicletas, y la suciedad se encarama sobre cada banco del magnífico Paseo, asediado por cáscaras de pipas, bolsas de plástico, cajetillas de tabaco, restos de comida, botellas vacías y demás porquería urbana. Un estupendo Paseo, hermoso en cualquier estación de año, las cuales refleja con una bella cadencia, queda así condenado a una imagen tercermundista. Una joya, a pesar del absurdo mamotreto que se construyó en El Bosque, convertido hoy en una vulgar hamburguesería, (dieta sana donde las haya) quitándole luminosidad, perspectiva y espacio vital. No era necesario. ¿Por qué se permitió tamaño despropósito? Pero esta es otra historia, volvamos a lo que nos ocupa.
Desde mi condición de puertollanero militante, insto al Gobierno local a que se tome en serio el problema y emprenda una campaña integral que deje la ciudad, si no como los chorros del oro, al menos con un rigor de limpieza que desmienta nuestra condición de sucios. Ya se sabe que no hay ciudades sucias sino ciudadanos puercos. Aunque se tengan que reactualizar ordenanzas, dictar bandos o cualquier otra medida al alcance de quienes elegimos para que nos gobiernen, que no pasa ni media, si se debate, se negocia y se acuerda con sentido común y con el objetivo de hacer una ciudad más habitable y confortable. Me va en ello que soy de Puertollano, como ya dije, como todos los míos, como son mis mejores amigos, aunque alguno haya de las Málagas grandes, que es lo que es Malagón, valga la precisión. Y amo mi ciudad, mi patria de todos los días. En ella he vivido y en ella atesoro los claroscuros de mi peripecia vital. Puertollano es una ciudad industrial y esa vocación la mantiene adaptándose a los nuevos tiempos energéticos. Es grande, populosa, casi conurbada con Argamasilla de Calatrava. Y tiene sus ventajas e inconvenientes, como cualquier concentración a humana. Pero eso no exime al Gobierno local de bajar la guardia en un asunto de su estricta competencia, si los puertollaneros, los primeros responsables, no somos capaces de ejercer de buenos ciudadanos y responder al reto y a la obligación de vecinos de no ensuciar la ciudad. A veces da la sensación de que aún conociendo el problema, el gobierno local mira para otro lado, aunque me consta que hay preocupación entre los ediles. Pero aún así, no parece moverse nada, ni nadie y el Paseo amanece todos los días limpio para atardecer como un estercolero y para convertirse en el escenario de malabaristas de dos ruedas a pedal y de intrépidos equilibritas a cuatro ruedas sobre una tabla, que hacen la travesía del Paseo una empresa de alto riesgo, sobre todo para las personas mayores. Nadie vigila nada. No es democrático. ¿Lo es?
Luis Pizarro es hoy el máximo responsable de la limpieza urbana. Pues bien, tiene la difícil tarea de conseguir que Puertollano trasmute de la ciudad sucia que es en una ciudad limpia, más allá de anuncios radiofónicos limpiaconciencias. Puede ser una tarea de héroes, un milagro, un imposible. Pero de imposibles están hechas las grandes empresas y «de lo posible se sabe demasiado«. (Silvio, dixit). Por otro lado, tenemos contenedores nuevos y cada cual para un residuo, pero no hay quien nos meta en cintura. La foto es de la calle Campoamor, para más señas a unos pasos del hermoso y sufrido Paseo de San Gregorio y muy cerca de otra bella calle semipeatonal, Juan Bravo, que tiene la triste singularidad de mostrar uno de los acerados más sucios de toda la urbe. Hagan algo, señores del Gobierno, cualquier buena cosa con tal de hacer de Puertollano, mi querida ciudad limpia.