
Subió al estrado, golpeó un par de veces el micro, el micro amplificó los pequeños aldabonazos, miró hacia un lado y carraspeó con la mano de muralla para no salpicar el metacrilato del púlpito político. Flasazos como relámpagos lo claveteaban en las digitales. Dijo: «El dinero que he recibido lo voy a dedicar a los ciudadanos». Luego la prensa reprodujo la obviedad como un vocero de fotocopia y su guardia de coorps lo arropó en su retirada después de que el presidente sellara tan inaudito compromiso. «El dinero… a los ciudadanos». ¿A quién si no, presidente?