tenido que renunciar a su anuncio de convocatoria pública? ¿En qué quedamos, entonces?, ¿sólo podían participar profesionales, sólo empresas, o se admitía cualquier tipo de colectivo? Algo se queda en el aire, sin esperanzas de respuesta.
Por otro lado, algunas de las críticas escuchadas al respecto en diferentes foros son, cuando menos, cuestionables ya que, en el fondo, no difieren de la filosofía con la que el Ayuntamiento ha actuado. Por el contrario, la asumen. Lo primero que se suele escuchar en estos casos es que a estas cosas siempre van los mismos, o que siempre son los mismos los que están en todas partes, como preguntándose por qué no hemos podido ir nosotros. En definitiva, la crítica no cuestiona el fondo del problema, sino la falta de oportunidades que les brinda ese mismo desastroso sistema. Porque el problema no es tanto, ni sólo, que siempre vayan los mismos, o que el pastel se lo repartan los de siempre o los más ávidos. El problema es de fondo político, de exclusión ciudadana, no ya en la participación final sino en la participación inicial. En el diseño mismo de los proyectos. Si la suerte siempre agracia a los mismos es porque el sistema de sorteo es tramposo, está viciado. Por tanto, no es envidiable ser agraciado, aunque sea por casualidad, por un sistema que toma decisiones de manera corporativista, arbitraria y opaca, con total carencia de sentido público, de servicio ciudadano, y de estrategia cultural. Al fin y al cabo, lo que importa al Ayuntamiento es que Ciudad Real represente lo que dos o tres personas han decidido que es representativo de la ciudad, y hacer de ello una categoría.
Cuestión aparte es el tema de la difusión y seguimiento del evento. ¿Quién habrá sido durante estos dos años el responsable de coordinar el papel de nuestra ciudad en la coorganización de este proyecto internacional? ¿Por qué no se ha hecho un seguimiento mediático, periódico y puntual, de la participación de nuestros representantes en el proyecto? ¿Por qué no se da a conocer qué se ha hecho en cada momento y la repercusión de lo conseguido? No olvidemos que la participación de ambos grupos locales, Mazantini y Narea, tiene una misión pública, en cuanto representan a la ciudad y asisten al evento con cargo a un presupuesto público. ¿Por qué no se han utilizado los medios de difusión municipales para dar a conocer de forma continua todo ello? ¿Por qué la Concejalía no habilitó en su flamante web accesos informativos a los momentos en los que Ciudad Real actuaba en el proyecto? De esta manera habríamos tenido constancia de la realidad del proyecto a lo largo de su suceso, y no sólo en los momentos inicial y final, o de una manera pobre y cómica.
En este contexto resulta igualmente oportuno recordar algunas declaraciones realizadas sobre la participación de nuestra ciudad en este proyecto internacional. Así, Lydia Reyero, declaraba: ‘Ha sido un proyecto tremendamente positivo porque hemos ofrecido una visión general de cómo se trabaja en otras ciudades europeas, y mostrar nuestro trabajo’; y en otro lugar: “además de haber permitido a los responsables de la Concejalía de Cultura conocer cómo se trabaja en otras ciudades mediterráneas.” Habría que preguntarse de qué le van a servir esas enseñanzas a la rancia política cultural municipal, si ni siquiera está dispuesta a asumir principios básicos de función pública como la transparencia, legalidad o neutralidad. Sin mencionar algunas herramientas tan exóticas como la participación y la planificación que permitan abandonar por fin una política cultural propia de hace cincuenta años. Siguiendo la senda de los mensajes tópicos y vacíos se encuentra la propia declaración final de la alcaldesa: “Durante tres años, dijo la Primer Edil, hemos estados hermanados en torno a las bellas artes universales de la danza y el teatro, estableciendo unos lazos , que para nosotros, los ciudadrealeños, han supuesto además una gran oportunidad para que nuestra capital entre a formar parte de los países con más tradición en el mundo de la danza y el teatro del mediterráneo que baña Europa». Causa perplejidad leer estas declaraciones, considerando que la ciudad ha sido durante esos tres años ajena a todo ello, y que los grupos locales de danza y de teatro que contribuyen de forma continua a enaltecer esas “bellas artes” han sido completamente excluidos de cualquier tipo de información o consulta.
Por último, sobre los compromisos o expectativas de futuro, encontramos: “la firma de un convenio para la celebración bienal de un encuentro de teatro mediterráneo con continuidad en el tiempo.” En este sentido, la Concejal de Cultura manifestaba en 2007 que el encuentro “servirá para la firma de un convenio de colaboración abierto al futuro y que servirá de base para la organización de la I Bienal de Teatro en 2010.” ¿Qué ha pasado con este anuncio? ¿Se está ya fraguando esa Bienal de espaldas a la ciudad? Finalmente “Reyero, destacó los contactos que tanto Mazantini como Narea han abierto, y que podrían dar lugar en un futuro más o menos inmediato a nuevas colaboraciones en otros proyectos culturales a lo largo de la Europa del Mediterráneo. se celebrará una mesa redonda con una valoración final de los objetivos alcanzados. De esta forma, cada uno de los cuatro países que han formado parte del programa expondrán sus conclusiones. ¿Por qué no se informa de todo ello? ¿Cuáles han sido esos contactos, cuáles las posibilidades de continuidad, cuáles las expectativas, y la financiación para ello, cuáles son las conclusiones de los participantes extranjeros y locales? ¿Cuándo sabremos algo de todo ello?
En definitiva: ¿qué ha significado para Ciudad Real, como ciudad en su conjunto, este proyecto? Absolutamente nada. El Ayuntamiento ha informado del mismo en dos ocasiones, al principio y al final, con una regularidad bienal como corresponde al proyecto. ¿De qué forma ha participado la ciudadanía en él? De ninguna. Ni siquiera, se ha hecho un seguimiento de las intervenciones de los grupos participantes a través de los medios oficiales del Ayuntamiento o de la Concejalía. Los grupos de teatro locales no sólo han sido excluidos del diseño del proyecto, o de su participación, sino de la más básica información sobre el mismo. Esta exclusión de los ciudadanos y la reorientación hacia los profesionales no se hace ni siquiera como estrategia de promoción de las llamadas industrias culturales. Tal gesto sería ya una línea de acción en la política cultural municipal. Si se ha hecho ha sido por simple oportunismo, por quitarse el muerto de encima de una manera rápida, cómoda y “eficaz”, y por esa desidia crónica hacia la participación ciudadana real y efectiva. Por el contrario, lo único que se concluye es que, en este proyecto, como en cualquier otro, el Ayuntamiento no tiene ningún tipo de estrategia cultural, ni ánimo alguno de convertir a los ciudadanos en protagonistas de nada. Sólo los considera en cuanto consumidores culturales, potenciales asistentes a eventos culturales, o individuos a los que se les satisface dándoles una información escasa y limitada. Es evidente que las esencias del proyecto (unir y cohesionar a través de la cultura) han causado en Ciudad Real un efecto contrario al pretendido, gracias a esa capacidad innata del Ayuntamiento de provocar y mantener ad infinitum un desencuentro cultural permanente.