El esperpento llega a ser de tales dimensiones que, como denunció el Movimiento por las Tablas de Daimiel y el Guadiana, con un 1% de la superficie encharcada, dentro de la zona protegida y seis meses después de aprobarse el Plan Especial del Alto Guadiana, continuaba cultivándose maíz, “un cultivo gran consumidor de agua”. Este Plan debería bastar, según el Consejero de Medio Ambiente de Castilla-La Mancha, José Luis Martínez Guijarro, para evitar el cogotazo de la UNESCO: «sería injusto que ahora que hay un plan para poner en orden el acuífero y explotarlo de forma sostenible, la UNESCO no fuese sensible».
Los problemas para Las Tablas comenzaron en los años sesenta, cuando el franquismo decidió implantar el regadío en la zona. Miles de pozos drenaron, gota a gota, con la eficacia de un ejército de sanguijuelas, el agua del Acuífero 23 y la vida de nuestros humedales (de los 70.000 pozos estimados, el 60%, según Greenpeace, serían ilegales). Casi 50 años después, los herederos de aquella dictadura, tendrán el honor de apuntillar un ecosistema único, el humedal más valioso de España y uno de los catorce Parques Nacionales del país. Las causas se conocen desde hace décadas, denunciadas insistentemente por el ecologismo. Sin embargo, los Gobiernos regionales y nacionales democráticos, con una oposición siempre cómplice, hicieron caso omiso a las advertencias, garantizando la prevalencia de los intereses económicos particulares sobre la supervivencia de un tesoro ambiental que pertenece a toda la humanidad.
Detrás de este crimen ambiental no hay más que el negocio de la escasez y la mala gestión política del agua dentro de un modelo agrario voraz e insostenible, como denunciaba el MXTG, y como admitía el consejero de Medio Ambiente de Castilla-La Mancha: «la administración del agua ha mirado para otro lado durante décadas. Éste es un problema heredado que ahora vamos a solucionar». Desgraciadamente, la clase política, en el caso de Las Tablas, tiene la misma credibilidad que un mentiroso compulsivo o que un maltratador reincidente.
Para algunos se ha superado el punto de no retorno, Las Tablas serían irrecuperables. Un paraíso natural de importancia mundial, patrimonio de todos aquellos que moran sobre la Tierra, que hemos tenido la suerte de disfrutar y la responsabilidad de cuidar. Y hemos fracasado estrepitosamente.
Quizá con suerte quede una última oportunidad, el último cartucho, un último bastión que los egoísmos económicos y la connivente aristocracia electoral no puedan franquear. Una esperanza que emana del compromiso con nuestros hijos heredado de nuestros antepasados, del respeto por una tierra que ha alimentado y cobijado a generaciones de manchegos. Somos pequeños y frágiles gorriones, pero suficientes para arrastrar, con el batir de nuestras alas, una marea improbable de vida que inunde de futuro nuestro ecosistema más preciado: Las Tablas de Daimiel ¿Serás capaz de dejarlas morir?
PD: Es el último representante de un ecosistema denominado tablas fluviales, formación que se produce por el desbordamiento de los ríos Guadiana y Gigüela, favorecido por la escasez de pendiente en el terreno. Uno de los ecosistemas más valiosos de nuestro planeta que las aves utilizan como área de invernada, mancada y nidificación. (http://www.lastablasdedaimiel.com)