Muerto el tiburón, la sociedad española formateo su disco duro. La memoria no podía frenar los avances políticos a los que se aventuraba el embrión democrático. Con espermatozoica habilidad, vivarachos pezqueñines ávidos de poder se hicieron con el timón de la nave ibérica y acabaron transformándose, con el paso de los años, en pesados cachalotes mórbidos y corruptos. A estos siguieron sus delfines, designados acorde con los tiempos modernos: a través de la contra natura selección digital.
El corazón de La Mancha Húmeda late con la debilidad de un enfermo desahuciado que sobrevive gracias a cuidados paliativos: inyecciones de agua trasvasada, ungüentos pecuniarios y otras inútiles y costosas milongas encapsuladas. Un tesoro ambiental y económico, que acabará reducido a una mancha de humedad, a un recuerdo de lo que fue, a un esquelético cadáver que visitaremos desde el cráter de nuestra vergüenza. Tras contaminar la atmósfera con nuestra indolente y gaseosa parsimonia en lastimosas erupciones, mostraremos a nuestros hijos la gran obra de nuestro tiempo: les explicaremos que allí había un volcán de vida que dejamos extinguirse y morir.
Las Tablas de Daimiel se secan, el Acuífero 23 se seca, y el Tajo, en estío, se seca a su paso por Talavera, convertido en un fantasma que fluye vacío por su cuenca mientras su sangre riega las cuentas corrientes del secarral levantino.
Todavía salía a pescar atunes en su barco aquel señor de simpático bigotito que firmaba sentencias de muerte, cuando se conocían patógenos y antígenos. Sin embargo, poder y oposición, cuyo horizonte temporal no alcanza más allá de una legislatura, han propiciado una agonía irreparable y que probablemente desemboque en la desaparición de los ecosistemas acuáticos manchegos. Una pérdida natural irreemplazable, pero también económica y social.
La culpa es nuestra, y todo por dejar hacer a dinosaurios con la vista puesta en amistades y familiares, con las garras abiertas, por lo que lo que pudeda caer, con la chepa de adlátere preparada para recibir las palmadas de aprobación del potentado financiero, y con el culo bien abierto y lubricado siempre orientado hacia Madrid, la meca de la ruin secta de la decimoctava autonomía.
En el cretácico de la era mesozoica se produjo una de las primeras transiciones: la mama sucedió al huevo de reptil en la dominación del planeta. Curiosamente, en ese período aparecieron las primeras plantas con flores. Quizá el tiempo de los gorriones esté cerca; quizá vivamos el cretácico democrático en la meseta y los saurios militantes dejen hueco a otra especie más civilizada y urbanita; quizá sea la última oportunidad para todo vegetal criptógamo de recibir su flor.
En cuestión de humores, el organismo manchego ha demostrado que tiene preparados y combativos anticuerpos dispuestos a batirse con los peligros que lo acechan. La semilla del ecologismo ha germinado en colectivos ciudadanos, limpios e independientes, como el Movimiento por las Tablas de Daimiel y el Guadiana (MXTG) o la Plataforma en Defensa de los Ríos Tajo y Alberche, que el sábado día 20 de junio se manifestará en Talavera de la Reina.
Es a través de estos movimientos donde se cimienta la última esperanza de nuestros humedales. Ciudadanos unidos por un bien y objetivo común. No ha sido otra cosa que los intereses particulares, especialmente económicos, los que han arrastrado al abismo de la desaparición a nuestros ricos ecosistemas. No tenemos derecho a destruir el legado natural de nuestros padres y abuelos que pertenece a nuestros hijos y nietos. Defendamos unidos de una puta vez la vida y nuestro entorno y expulsemos del templo, de la patria que nos ha visto nacer, a los mercaderes y fariseos que nos conducen a la ruina. No hay futuro sin agua.