La cultura de la dimisión también es Europa pero esa Europa no aparece en los mapas programáticos de las grandes familias políticas españolas.
La pseudodemocracia partitocrática interna consustancial al modo hispano de entender las reglas del juego convierte a los partidos en una asociación de adormecidos, tópicos y manipulados silentes, más pendientes de coger posición y vivir del cuento hasta la jubilación que les viene de corto (pronto) y la cobran de largo. Lo del interés general no deja de ser sino una cómoda coartada ¿Se imaginan un ministro británico metiendo dinero público en un sector del que es arte (poco) y parte (mucha), al uso de nuestra cinematográfica ministra de Cultura o un barón político a lo Chaves (con ese) en el centro de una maraña de concesiones y favores a la andaluza, o un Gürtel con tentáculos a la diestra del arco parlamentario, se imaginan que lo denuncie la prensa y no pase ni media? Insólito. Aquí salió lo del Falcon, siguieron los chivatazos pueriles de los coches oficiales de mengano o fulano y acabó con una repelente delación sobre cuestiones de seguridad de un expresidente. Paletos a la europea, eso somos.
La democracia a la española está compuesta de partidos engrasados para tomar el poder sin la más mínima cultura de la disidencia externa, con grandes dosis de paripé de discrepancia interna y por supuesto nula cultura de la dimisión cuando son cazados en un renuncio, o en dos, o en tres… Y eso también es Europa. De modo que en vísperas de unas elecciones generales-europeas no está de más reflexionar sobre el comportamiento de los políticos europeos cuando median bastos y lo comparemos con la reacción de los nuestros. O sea, mirar la guía de candidatos/as que más encajen con la cultura de la dimisión europea y votar en consecuencia. Para muchas cosas Europa, ay, sigue acabando en los Pirineos.